domingo, 11 de marzo de 2012

Enfriar el cerebro tras un ictus podría ser clave para reducir la magnitud del daño

Enfriar el cerebro durante las seis horas inmediatamente posteriores a un accidente cerebrovascular a temperaturas cercanas a los 33-34 grados podría ser clave para reducir la magnitud del daño, según los resultados piloto de estudios que ahora quiere confirmar un trabajo internacional sin precentes que coordinan en España el Hospital Vall d'Hebron y su instituto de investigación, VHIR, en Barcelona.

   El estudio a gran escala, lanzado por la Unión Europa (UE) con una dotación de 11 millones de euros, se encuentra en la fase III de investigación con el apoyo de 60 universidades y hospitales de 25 países, para analizar a 1.500 pacientes con ictus.
   La Unidad de Ictus del Vall d'Hebron y el VHIR lideran dos grupos de trabajo del ensayo que podría beneficiar a cientos de miles de pacientes cada año.
   La hipotermia actúa induciendo una especie de hibernación en el cerebro, reduciendo al mínimo la necesidad de oxígeno y así logra prevenir mayores daños.
   La técnica también se sigue con interés por la Agencia Espacial Europea, debido a sus posibles aplicaciones en el futuro para los viajes espaciales de larga distancia.
   El Vall d'Hebron tendrá un papel destacado en el estudio, ya que además de sus responsabilidades de liderazgo en el ensayo, se espera que reclute a un elevado número de pacientes.
   El coordinador de la Unidad de Ictus del centro, Carlos Molina, ha explicado que en el trabajo "se evaluarán las relaciones de las bajas temperaturas con la recanalización de la arteria cerebral ocluida tras un ictus".
   Otra parte importante del estudio "evaluará el efecto de hipotermia cercana a 34 grados sobre los biomarcadores sanguíneos de daño cerebral y, para ello, se creará en el VHIR un biobanco con las muestras de todos los pacientes que se incluyan en el estudio europeo", ha explicado el responsable del grupo de enfermedades neurovasculares del VHIR y del grupo de trabajo sobre 'biomarcadores', Joan Montaner.

El glaucoma no se puede prevenir pero sí tratar

El glaucoma constituye la segunda causa de ceguera en el mundo, solo superada por las cataratas, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS); se estima que la padece entre 80 y 90 millones de personas, aunque, a pesar de su gravedad, la mitad de la población afectada por glaucoma lo desconoce, ya que generalmente no causa síntomas que adviertan de la patología, por lo que no se puede prevenir.

   Sin embargo, sí se puede detectare y tratar, afirma el óptico-optometrista Marc Biarnés, del Instituto de la Mácula y la Retina del Centro Médico Teknon de Barcelona alerta, con motivo del Día Mundial del Glacucona, que se celebra este lunes 12 de marzo. En caso contrario, es decir, si no se detecta y se trata a tiempo, el glaucoma puede llegar a producir baja visión e, incluso, ceguera en el 5 por ciento de los casos.
   El glaucoma es una lesión irreparable del nervio óptico, normalmente provocada por un fuerte aumento de la presión intraocular. Esta lesión causa una pérdida progresiva de visión, que normalmente comienza por la periferia del campo visual. Los especialistas suelen calificar al glaucoma como el 'enemigo silencioso', ya que, en la mayoría de los casos, el paciente no experimenta ninguna molestia ni ningún síntoma hasta que se produce una pérdida visual permanente e irreversible.
   En España se estima que el glaucoma afecta a más de un millón de personas. Su incidencia se incrementa con la edad a partir de los 40 años de edad. Así, en el grupo de 50 a 59 años, la incidencia se sitúa en el 2,1 por ciento. Esta cifra asciende al 2,3 por ciento en personas de 60 a 69 años y, una vez pasados los 70, alcanza el 3,5 por ciento.
    El glaucoma tiene tres circunstancias que hacen que la enfermedad sea "peligrosa", la primera circunstancia es que afecta a mucha gente; la segunda es que es asintomática, y la tercera es que tiene tratamiento. "Tres circunstancias que hacen necesaria la precaución y la alerta por parte del especialistas sanitario", quien explica que, "como el daño que provoca no se recupera", es importante "detectarla y pararla" en los primeros indicios de la enfermedad.
   Existen distintos tipos pero el que afecta a la gran mayoría, el glaucoma de ángulo abierto, es de origen desconocido y asintomático que, según Biarnés, "es lo que le convierte en muy peligroso". 
"No podemos hacer nada para prevenir el glaucoma de ángulo abierto, ya que al no saber qué hace que la presión sea más alta tampoco se puede hacer mucho para prevenirlo", ha añadido.  
  No obstante, aunque se desconocen los motivos por los que aparece, se sabe que algunos grupos de pacientes son más proclives a desarrollar la enfermedad en uno o ambos ojos y, por lo tanto, deben acudir a las revisiones al menos una vez año.
   Es el caso de los mayores de 45 años que no se hayan sometido a un examen ocular en los últimos años; las personas con antecedentes familiares de glaucoma, en especial de familiares directos como padres o hermanos; los pacientes con una presión intraocular alta; los pacientes diabéticos; las personas con miopía elevada, y los pacientes medicados con corticoides o que han sufrido un golpe en el ojo.
   En cuanto a los tratamientos, Biarnés destaca que los tratamientos actuales aprobados consisten en bajar la presión del ojo. La primera medida son gotas oculares varias veces al día; si no funcionan, se está utilizando el láser; y, finalmente, si no se consigue bajar la presión se puede acudir a la cirugía.