lunes, 3 de septiembre de 2012

El estrés psicofísico aumenta el riesgo de padecer ictus

El estrés psicofísico, junto con la ansiedad y la depresión son factores de riesgo de padecer un accidente cerebrovascular, según un trabajo de investigación realizado por un equipo de neurólogos del Hospital Clínico San Carlos y publicado en la revista 'Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry'.

   El equipo de investigadores liderado por el doctor José Egido y el equipo de enfermería de la Unidad de Ictus del Servicio de Neurología del Clínico llegó a estas conclusiones tras evaluar a 150 pacientes adultos y con una edad media de 54 años, además de a otras 300 personas sanas y de la misma edad residentes en la misma zona.
   El estrés crónico que se manifiesta con síntomas físicos o mentales en respuesta a factores de estrés que duran más de seis meses se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades del corazón. Sin embargo, su impacto en el riesgo de accidente cerebrovascular no estaba claro, por lo que el equipo de investigadores decidió estudiar este punto.
   Para ello evaluó el estrés crónico a través de las puntuaciones combinadas de cuatro escalas validadas: los acontecimientos vitales estresantes, síntomas como la ansiedad y la depresión, el bienestar general, y los patrones de comportamiento indicativos de personalidad.
   Los participantes en este proyecto de investigación fueron evaluados respecto a los factores de riesgo biológicos conocidos para el accidente cerebrovascular, como son diabetes, hipertensión, colesterol alto, antecedentes de alteraciones del ritmo cardíaco y la somnolencia diurna.
   Se les interrogó sobre su estilo de vida, incluyendo la cafeína, el alcohol y la ingesta de bebidas energéticas, así como si fumaban, tenían una pareja y trabajo.
   En comparación con el grupo control sano, el riesgo de un accidente cerebrovascular fue casi cuatro veces mayor entre los que habían experimentado un evento asociado a estrés importante en el año anterior.
   Asimismo, una puntuación alta en la Escala de Recuerdo de Conductas duplica el riesgo de ictus, al igual que una historia actual o anterior de fumador y el consumo de dos o más bebidas energéticas al día.
   Además, aquellos pacientes con alteraciones del ritmo cardíaco tienen tres veces más probabilidades de padecer un accidente cerebrovascular y los que presentaron una somnolencia diurna alta casi triplicaron su riesgo. Siendo un varón, el riesgo es nueve veces mayor.
Por otra parte, un estilo de vida saludable en la vejez puede agregar cinco años a las vidas de las mujeres, y seis años a la vida de los hombres, según un estudio publicado en el 'British Medical Journal' (BMJ). Los autores afirman que éste es el primer estudio que proporciona información sobre las diferencias en la longevidad, de acuerdo a varios factores modificables.
   Es bien sabido que los factores del estilo de vida, como tener sobrepeso, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, aumentan el riesgo de muerte entre las personas adultas. Sin embargo, hasta ahora se desconocía si estas asociaciones son aplicables a las personas de 75 años o más.
   Así, un equipo de investigadores con sede en Suecia midió las diferencias en la supervivencia entre adultos mayores de 75 años, sobre la base de factores modificables como los hábitos de vida, las actividades de ocio, y las redes sociales. En el estudio participaron unas 1.800 personas, que fueron seguidas durante 18 años (1987-2005). Se registraron datos sobre edad, sexo, ocupación, educación, hábitos de vida, redes sociales y ocio.
   Durante el período de seguimiento, el 92 por ciento de los participantes murieron, y la mitad de los participantes vivieron más de 90 años. Los supervivientes tenían más probabilidades de ser mujeres, ser altamente educados, llevar comportamientos de vida saludables, tener una mejor red social, y participar en actividades de ocio, más que los no sobrevivientes.
   Los resultados muestran que los fumadores murieron un año antes que los no fumadores. Los exfumadores tenían un patrón similar de supervivencia que los no fumadores, lo que sugiere que dejar de fumar en la mediana edad reduce el efecto del tabaco sobre la mortalidad.
   De las actividades de ocio, la actividad física fue la que más influyó en la supervivencia. La edad media de fallecimiento de los participantes que nadaban, caminaban o hacían gimnasia con regularidad, era dos años mayor que aquellos que no lo hicieron.
   En general, el promedio de supervivencia de las personas con un perfil de bajo riesgo (conductas saludables de estilo de vida, participación en actividades de ocio, y una red social rica o moderada) fue de 5,4 años más que aquellos con un perfil de alto riesgo (conductas no saludables de estilo de vida, la no participación en actividades de ocio, y una red social limitada o pobre).
   Incluso entre las personas de 85 años, o mayores, y las personas con enfermedades crónicas, la edad promedio de muerte era cuatro años mayor para aquellos con un perfil de riesgo bajo, en comparación con aquellos con un perfil de riesgo alto.
   Los investigadores concluyen que los resultados sugieren que el fomento de hábitos de vida favorables, incluso en edades avanzadas, puede aumentar la esperanza de vida, probablemente por la reducción de la morbilidad.

Descifran el daño auditivo que causa el ruido o la música alta

Un estudio de la Universidad de Leicester, en Reino Unido, ha permitido constatar por primera vez el daño del nervio auditivo que provoca escuchar ruidos persistentes o música a un volumen elevado, según los resultados publicados en la revista 'Proocedings of the National Academy of Sciences' (PNAS).

   De este modo, los autores reconocen que subir el volumen de la música cuando se escucha a través de unos auriculares puede suponer un daño similar al que provocaría estar cerca del motor de un jet en funcionamiento.
   En concreto, han observado que incrementar el volumen de nuestros auriculares o escuchar ruidos altos daña la capa que recubre las células nerviosas que se encargan de transmitir las señales de sonido al cerebro, la mielina, lo que puede causar sordera temporal o permanente, en caso de exposición repetida.
   Los científicos descubrieron que la exposición a sonidos altos, por ejemplo de más de 110 decibelios, puede destruir este recubrimiento e interrumpir la llegada de la información al cerebro, cuando a nivel medio, un aparato de MP3 alcanza entre 85 y 90 decibelios.
   Pero este daño a la mielina, como explica la doctora Martine Hamann, quien dirigió la investigación, puede revertirse y lograr que las neuronas vuelvan a funcionar con normalidad restaurando el oído. "Ahora entendemos por qué la sordera, en algunos casos, puede revertirse", explica la investigadora a la BBC.
   Hamann ha reconocido que en cerca de la mitad de las células analizadas se observó que la cubierta del nervio auditivo se había perdido, "casi como si se hubiera arrancado el cable eléctrico que une al amplificador con el altavoz".
    "El efecto es reversible y después de tres meses el oído logra recuperarse igual que la capa que cubre el nervio auditivo", ha explicado la doctora Hamann.
   La región del cerebro que se encarga de poder percibir el sonido de los impulsos eléctricos que transportan las neuronas desde el oído es el llamado núcleo coclear dorsal. En estudios previos, la doctora Hamann y su equipo demostraron que el daño a las neuronas en esta región también es responsable de otro trastorno, llamado tinnitus, que es la sensación de un zumbido continuo en el oído.
   Se sabe también que la exposición sostenida a sonidos mayores de 90 decibelios (el nivel medio de los aparatos de MP3) puede causar sordera permanente.
   La nueva investigación, dice la doctora Hamann, ofrece información importante sobre los mecanismos involucrados en la pérdida del oído y el impacto de la exposición a los sonidos altos.
   "Como encontramos que el recubrimiento de la mielina puede recuperarse con el tiempo, esto nos ofrece la posibilidad de seguir estudiando más detalladamente este recubrimiento para encontrar la forma de limitar o contrarrestar el déficit", ha explicado, que recomienda "llevar a cabo más campañas para informar a la población, principalmente a los niños y jóvenes, sobre los riesgos de escuchar música alta".

Psicólogo clínico asegura que sólo padecen síndrome postvacacional las personas que sufren 'mobbing'

El psicólogo clínico Esteban Cañamares ha explicado que el 'síndrome postvacacional' "es un término que se ha exagerado" y se ha generalizado en la sociedad, ya que argumenta que "la mayor parte de los trabajadores no lo sufre" y que "sólo lo padecen aquellas personas que se hayan visto sometidas a mobbing en su empleo". 

   Según Cañamares, la mayoría de los trabajadores se incorporan al su puesto sin problemas tras su vacaciones, "lo único que se siente es el sueño del primer día y el esfuerzo que hay que realizar al cambiar las rutinas como madrugar o aguantar al jefe, algo que no tiene mayor importancia", añadió el experto.
   Por eso, el psicólogo recomienda a las personas que finalizan sus vacaciones que el primer día de trabajo "piensen en que el empleo nos aporta un sueldo, un contacto con los compañeros y un puesto en la sociedad y, que en tres o cuatro días, se ha pasado".
   El verdadero síndrome postvacacional, según el psicólogo, lo padecen las personas que han sufrido mobbing, quienes "ven el trabajo como una amenaza, como un acoso y como un ataque". En ellos, el síndrome "se detecta por los altos niveles de ansiedad y depresión que presentan" al volver al trabajo.
   En ese caso, las soluciones son más complejas según Cañamares, quien ha asegurado que "quienes verdaderamente sufren el síndrome van a necesitar tratamiento psicológico y hasta farmacológico", y ha aconsejado a los afectados "denunciar a la empresa o al jefe que le está acosando".
Sin embargo, un psicólogo del Hospital USP San Carlos de Murcia, Joaquín Conesa Pérez, opina que más de la mitad de la población activa de España sufre el síndrome postvacacional, que no debe durar más de 10 días.    Los síntomas emocionales que experimentan muchos españoles tras las vacaciones de verano no se consideran una enfermedad, según asegura Joaquín Conesa Pérez. De hecho, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV) jamás ha reconocido el denominado síndrome postvacacional como tal.
   En su opinión, "la irritabilidad y el desánimo que se manifiestan al volver al trabajo se corresponden con un estado de ánimo pasajero y breve más o menos negativo, pero nunca comparable con una enfermedad como la depresión, que presenta un cuadro médico mucho más severo y requiere una recuperación de 6 meses".
   Aunque resulte contradictorio, el psicólogo comenta que "el temor al paro debido a la situación económica que atravesamos no evita el síndrome postvacacional, que por otra parte no debe durar más de 10 días". En caso contrario, es aconsejable acudir a un especialista.
   Los resultados de los estudios acerca de estos síntomas son muy variables. No hay un perfil de persona definido tendente a padecerlo, más bien depende del tipo del puesto de trabajo. Según Joaquín Conesa, "está más relacionado con el número de tareas que con la responsabilidad del cargo". También influye si está expuesto al público y el nivel de estrés.
   Otro factor que aviva estos síntomas es el tiempo de inactividad, "al igual que ocurre con el deporte. A mayor período de vacaciones, mayor esfuerzo lleva la reincorporación". Por ello cada vez menos trabajadores toman un mes seguido de vacaciones.
   La solución, según Joaquín Conesa, radica en un cambio de modelo cultural para convencernos de que el trabajo ayuda y potencia la salud mental. La vuelta a la actividad laboral se debe aceptar como algo natural e intentar llevar una vida ordenada: dormir bien, realizar descansos durante el día de 15 minutos (cinco aproximadamente), mantener una alimentación sana, realizar ejercicio físico y no hablar demasiado sobre el tema para no crear dolencia colectiva.
 
Hasta 15 días
 
Finalmente, el síndrome postvacacional suele afectar al 35 por ciento de la población y los síntomas más frecuentes son cansancio, fatiga, somnolencia, cefaleas, falta de concentración y apetito, dolores musculares o molestias gástricas que, en cualquier caso, no deben durar más de 10 a 14 días.    Así lo ha asegura el neurólogo del Hospital USP San Camilo de Madrid, Antonio Yusta, que reconoce que si los síntomas persisten más tiempo es mejor acudir al médico ya que probablemente "ya no será este síndrome".
   Además, este experto asegura que es más frecuente en personas entre los 45 y 55 años y en las que se ha producido un brusco cambio de sus ritmos biológicos rutinarios.
   Durante el verano cambian las horas de sueño, tanto en número como el momento del sueño, y con la vuelta al trabajo se suele producir un cambio brusco de los ritmos biológicos que "puede producir una intensificación y aumento de la frecuencia de cefaleas en personas migrañosas, así como dificultad para conciliar el sueño".
   Para que los síntomas se resuelvan fácilmente hay que reconocer los síntomas como producidos por un cambio en nuestra rutina de estar de vacaciones a iniciar el trabajo e intentar prevenirlos. Para esto último, lo primero es tener una actitud positiva y pensar que son síntomas pasajeros y que no indican una enfermedad grave.
   De igual modo, Yusta también propone volver a la rutina diaria de manera progresiva, regulando el reloj biológico, empezando a tener los horarios de sueño de los días de trabajo en los últimos días de las vacaciones y evitando las siestas los días previos al inicio del trabajo.
   Asimismo, es recomendable la incorporación progresiva a la intensidad del trabajo, organizar actividades lúdicas los primeros días de trabajo, evitar tomar actitudes negativas de queja continua y decisiones laborales importantes los primeros días de reincorporación al trabajo.

El chocolate puede proteger frente a los derrames cerebrales

Investigadores del Instituto Karolinska en Estocolmo (Suecia) aseguran que el consumo de chocolate podría ayudar a prevenir algunas enfermedades cerebrovasculares, como el derrame o la apoplejía, según los resultados de un estudio publicado en el último número de la revista 'Neurology'.

   El estudio incluyó a más de 37.000 ciudadanos de Suecia que respondieron a un cuestionario sobre sus hábitos alimenticios y se llevó un registro de su salud durante una década.
   Posteriormente, los sujetos fueron divididos en cuatro grupos de acuerdo a la cantidad de chocolate que consumían. El grupo de nivel más bajo no comía nada del producto mientras que el más alto comía 63 gramos de media, poco más de una barra de chocolate a la semana.
   Pero al comparar ambos grupos los científicos encontraron que los del grupo más alto tuvieron un 17 por ciento menos probabilidades de sufrir un evento cerebrovascular durante la década del estudio que quienes comían menos chocolate.
   Como ha explicado la profesora Susanna Larsson, autora del estudio, en declaraciones a la BBC, "el efecto beneficioso del consumo de chocolate puede estar vinculado a los flavonoides que contiene", ya que estos parecen proteger contra la enfermedad cardiovascular debido a sus propiedades antioxidantes, anticoagulantes y antiinflamatorias".
   "También es posible que los flavonoides en el chocolate disminuyan las concentraciones de colesterol malo en la sangre y reduzcan la presión arterial", ha apuntado la investigadora.
   Pero el estudio también observó que aunque el chocolate negro ha sido vinculado en el pasado con beneficios para el corazón, la opción preferida de los hombres que participaron en la investigación fue el chocolate con leche (que contiene menos de 50% de cacao).
   La doctora Clare Walton, de la organización Stroke Association, ha explicado que "estudios pasados han demostrado que comer chocolate negro puede ayudar a reducir el riesgo de evento cerebrovascular "si se consume como parte de una dieta sana y equilibrada"
   "Este estudio sugiere que comer una cantidad moderada de otros tipos de chocolate también puede ser beneficioso en los hombres", asegura, si bien ha admitido que será necesario llevar a cabo más investigaciones por lo que "estos resultados no deben usarse como una excusa para comer chocolate en lugar de hacer ejercicio o seguir una dieta sana".

El sida avanza en Europa oriental y Asia central

Pese a las promesas de los gobiernos de Europa oriental y de Asia central de luchar contra el sida, la epidemia crece más rápido en esa amplia región que en el resto del mundo. Las políticas antidrogas, la discriminación y las dificultades de acceso a los medicamentos y a terapias virales son los principales factores de la propagación del SIDA.
 
Los expertos advierten de que virus no podrá ser contenido a menos que los gobiernos cambien su estrategia, . «En la mayoría de los países postsoviéticos, donde el VIH sigue concentrado en los adictos a las drogas, las políticas punitivas y la discriminación continúan paralizando la respuesta al sida», dice el director del Programa Internacional de Desarrollo para la Reducción de Daños de Open Society Foundations, Daniel Wolfe.
Las cifras pintan un panorama gris. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras las tasas de infección de VIH caen a nivel mundial, crecen en la región definida por organismos internacionales como Europa oriental y Asia central (EECA, por sus siglas en inglés). La OMS informa de 170.000 nuevas infecciones en esa región en 2011. Un 22 por ciento más desde 2005, y no hay señales de que la tendencia pueda cambiar. El uso de drogas intravenosas es uno de los principales factores: más del 70 por ciento de los nuevos contagios se producen por esta vía, según la OMS.
Miembros de Organizaciones no gubernamentales señalan que la lucha contra la epidemia se debe basar en primer lugar en combatir la adicción a las drogas inyectables, pero indican que la postura que los gobiernos tienen hacia el problema no podrá solucionarlo, sino que por el contrario lo agravará. «Es necesario abandonar las políticas punitivas contra las drogas. Las personas se resisten a someterse al tratamiento porque temen ser procesadas penalmente o a tener otro tipo de problemas con la policía», explica la activista Dasha Ocheret, de la Red Eurasiática para la Reducción de Daños.
Añade que «hay situaciones en las que se arriesgan a infectarse con el VIH antes que acudir a un centro de intercambio de jeringas». En esos centros proveen de forma gratuita material de inyección estéril a cambio de jeringas usadas, con el fin de evitar la utilización compartida de estas y prevenir así el contagio del VIH.
Rusia y Ucrania son los países con los escenarios más graves. Además, los activistas acusan a Moscú de obstaculizar la lucha contra el VIH/sida en toda la región. La terapia de sustitución de opiáceos (TSO), tratamiento para adictos aplicado en gran parte del mundo, en el que se les ofrece metadona o buprenorfina a los consumidores de heroína, está prohibida en Rusia. Promoverla se castiga con prisión.
Los críticos de la terapia en Rusia arguyen que mantiene a los pacientes en la adicción, y que los países occidentales la promueven solo para obtener ganancias. También alertan que la metadona probablemente terminará siendo vendida en el mercado negro, desatando otro problema de drogas.
Rusia ha sido en los últimos años un importante donante en Europa Oriental y Asia Central, por esa vía ha exportado sus políticas, incluyendo su rechazo a la TSO. «Rusia es un importante actor regional, y su política antidrogas influye en otros países de la región», explica Ocheret.
Funcionarios del Programa Conjunto de la Organización de las Naciones Unidas para el VIH/Sida aseguran que se puede contener el virus entre los adictos a las drogas si se combina la TSO con programas de intercambio de jeringas.
En tanto, portavoces de la organización Harm Reduction International  dicen que la gran diferencia en las tasas de prevalencia del VIH entre los adictos a las drogas intravenosas en los países occidentales y en Rusia (de hasta el 30 por ciento) se debe a la aplicación de la TSO y de programas de intercambio de jeringas en los primeros.
Pero incluso en los países de EECA donde existen estos programas, los pacientes deben salvar grandes dificultades para acceder a ellos. Muchos gobiernos siguen cuestionando su efectividad y se niegan a apoyarlos financieramente, haciendo que dependan de las donaciones. Esto limita su cobertura y efectividad.
Pero el mayor problema es la persecución de aquellos que intentan acceder a los programas. Muchos adictos de la región han denunciado palizas, torturas, chantajes y falsas acusaciones de la policía.
En los países de EECA se pueden dictar sentencias de prisión por periodos prolongados por la posesión de una mínima cantidad de droga. El residuo en una aguja entregada en un centro de intercambio de jeringas, por ejemplo, puede ser motivo suficiente para una condena.
Un portavoz de la International HIV/AIDS Alliance en Ucrania, donde la TSO y los programas de intercambio de jeringas cuentan con un fuerte respaldo oficial, dice que «La intimidación física y de otro tipo contra consumidores de drogas es una rutina en la práctica policial».
«Los adictos a las drogas, los trabajadores sexuales y los proveedores de servicios denuncian que la policía obtiene dinero e información de los consumidores mediante palizas , electrodos, simulaciones de asfixia y amenazas de violación», y añade que «También denuncian que la policía coloca droga en sus hogares y la usa como evidencia para arrestarlos».
La discriminación que sufren los drogadictos también afecta los programas de distribución de medicinas antirretrovirales. La International HIV/AIDS Alliance asegura que es «un problema común» en Ucrania que se les nieguen antirretrovirales a drogadictos, aunque no hay forma oficial de probarlo.
Mientras, la Red Eurasiática para la Reducción de Daños informa de que se producen incidentes similares en Rusia. La OMS estima que solo el 23 por ciento de las personas en EECA que pueden beneficiarse de los medicamentos contra el VIH los reciben efectivamente. En África subsahariana, la proporción es más del doble.
Organizaciones contra el sida en EECA alertan de que, hasta tanto no se adopten los enfoques occidentales de prevención y tratamiento, la epidemia seguirá sin control en esta región. «Países como Polonia, por ejemplo, adoptaron en los 90 prácticas occidentales contra el VIH/Sida, incluyendo la TSO, y de esa forma han mantenido el problema bajo control», dice Ocheret.
«En muchos países de EECA, estos programas siguen en perpetua fase de pruebas y nunca avanzan», lamenta.