El estrés psicofísico, junto con la ansiedad y
la depresión son factores de riesgo de padecer un accidente
cerebrovascular, según un trabajo de investigación realizado por un
equipo de neurólogos del Hospital Clínico San Carlos y publicado en la
revista 'Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry'.
El equipo de investigadores liderado por el doctor José Egido y el
equipo de enfermería de la Unidad de Ictus del Servicio de Neurología
del Clínico llegó a estas conclusiones tras evaluar a 150 pacientes
adultos y con una edad media de 54 años, además de a otras 300 personas
sanas y de la misma edad residentes en la misma zona.
El estrés crónico que se manifiesta con síntomas físicos o
mentales en respuesta a factores de estrés que duran más de seis meses
se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades del corazón. Sin
embargo, su impacto en el riesgo de accidente cerebrovascular no estaba
claro, por lo que el equipo de investigadores decidió estudiar este
punto.
Para ello evaluó el estrés crónico a través de las puntuaciones
combinadas de cuatro escalas validadas: los acontecimientos vitales
estresantes, síntomas como la ansiedad y la depresión, el bienestar
general, y los patrones de comportamiento indicativos de personalidad.
Los participantes en este proyecto de investigación fueron
evaluados respecto a los factores de riesgo biológicos conocidos para el
accidente cerebrovascular, como son diabetes, hipertensión, colesterol
alto, antecedentes de alteraciones del ritmo cardíaco y la somnolencia
diurna.
Se les interrogó sobre su estilo de vida, incluyendo la cafeína,
el alcohol y la ingesta de bebidas energéticas, así como si fumaban,
tenían una pareja y trabajo.
En comparación con el grupo control sano, el riesgo de un
accidente cerebrovascular fue casi cuatro veces mayor entre los que
habían experimentado un evento asociado a estrés importante en el año
anterior.
Asimismo, una puntuación alta en la Escala de Recuerdo de
Conductas duplica el riesgo de ictus, al igual que una historia actual o
anterior de fumador y el consumo de dos o más bebidas energéticas al
día.
Además, aquellos pacientes con alteraciones del ritmo cardíaco
tienen tres veces más probabilidades de padecer un accidente
cerebrovascular y los que presentaron una somnolencia diurna alta casi
triplicaron su riesgo. Siendo un varón, el riesgo es nueve veces mayor.
Por otra parte, un estilo de vida saludable en la vejez puede agregar cinco años a las vidas de las mujeres, y seis años a la vida de los hombres, según un estudio publicado en el 'British Medical Journal' (BMJ). Los autores afirman que éste es el primer estudio que proporciona información sobre las diferencias en la longevidad, de acuerdo a varios factores modificables.
Es bien sabido que los factores del estilo de vida, como tener sobrepeso, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, aumentan el riesgo de muerte entre las personas adultas. Sin embargo, hasta ahora se desconocía si estas asociaciones son aplicables a las personas de 75 años o más.
Así, un equipo de investigadores con sede en Suecia midió las diferencias en la supervivencia entre adultos mayores de 75 años, sobre la base de factores modificables como los hábitos de vida, las actividades de ocio, y las redes sociales. En el estudio participaron unas 1.800 personas, que fueron seguidas durante 18 años (1987-2005). Se registraron datos sobre edad, sexo, ocupación, educación, hábitos de vida, redes sociales y ocio.
Durante el período de seguimiento, el 92 por ciento de los participantes murieron, y la mitad de los participantes vivieron más de 90 años. Los supervivientes tenían más probabilidades de ser mujeres, ser altamente educados, llevar comportamientos de vida saludables, tener una mejor red social, y participar en actividades de ocio, más que los no sobrevivientes.
Los resultados muestran que los fumadores murieron un año antes que los no fumadores. Los exfumadores tenían un patrón similar de supervivencia que los no fumadores, lo que sugiere que dejar de fumar en la mediana edad reduce el efecto del tabaco sobre la mortalidad.
De las actividades de ocio, la actividad física fue la que más influyó en la supervivencia. La edad media de fallecimiento de los participantes que nadaban, caminaban o hacían gimnasia con regularidad, era dos años mayor que aquellos que no lo hicieron.
En general, el promedio de supervivencia de las personas con un perfil de bajo riesgo (conductas saludables de estilo de vida, participación en actividades de ocio, y una red social rica o moderada) fue de 5,4 años más que aquellos con un perfil de alto riesgo (conductas no saludables de estilo de vida, la no participación en actividades de ocio, y una red social limitada o pobre).
Incluso entre las personas de 85 años, o mayores, y las personas con enfermedades crónicas, la edad promedio de muerte era cuatro años mayor para aquellos con un perfil de riesgo bajo, en comparación con aquellos con un perfil de riesgo alto.
Los investigadores concluyen que los resultados sugieren que el fomento de hábitos de vida favorables, incluso en edades avanzadas, puede aumentar la esperanza de vida, probablemente por la reducción de la morbilidad.
Por otra parte, un estilo de vida saludable en la vejez puede agregar cinco años a las vidas de las mujeres, y seis años a la vida de los hombres, según un estudio publicado en el 'British Medical Journal' (BMJ). Los autores afirman que éste es el primer estudio que proporciona información sobre las diferencias en la longevidad, de acuerdo a varios factores modificables.
Es bien sabido que los factores del estilo de vida, como tener sobrepeso, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, aumentan el riesgo de muerte entre las personas adultas. Sin embargo, hasta ahora se desconocía si estas asociaciones son aplicables a las personas de 75 años o más.
Así, un equipo de investigadores con sede en Suecia midió las diferencias en la supervivencia entre adultos mayores de 75 años, sobre la base de factores modificables como los hábitos de vida, las actividades de ocio, y las redes sociales. En el estudio participaron unas 1.800 personas, que fueron seguidas durante 18 años (1987-2005). Se registraron datos sobre edad, sexo, ocupación, educación, hábitos de vida, redes sociales y ocio.
Durante el período de seguimiento, el 92 por ciento de los participantes murieron, y la mitad de los participantes vivieron más de 90 años. Los supervivientes tenían más probabilidades de ser mujeres, ser altamente educados, llevar comportamientos de vida saludables, tener una mejor red social, y participar en actividades de ocio, más que los no sobrevivientes.
Los resultados muestran que los fumadores murieron un año antes que los no fumadores. Los exfumadores tenían un patrón similar de supervivencia que los no fumadores, lo que sugiere que dejar de fumar en la mediana edad reduce el efecto del tabaco sobre la mortalidad.
De las actividades de ocio, la actividad física fue la que más influyó en la supervivencia. La edad media de fallecimiento de los participantes que nadaban, caminaban o hacían gimnasia con regularidad, era dos años mayor que aquellos que no lo hicieron.
En general, el promedio de supervivencia de las personas con un perfil de bajo riesgo (conductas saludables de estilo de vida, participación en actividades de ocio, y una red social rica o moderada) fue de 5,4 años más que aquellos con un perfil de alto riesgo (conductas no saludables de estilo de vida, la no participación en actividades de ocio, y una red social limitada o pobre).
Incluso entre las personas de 85 años, o mayores, y las personas con enfermedades crónicas, la edad promedio de muerte era cuatro años mayor para aquellos con un perfil de riesgo bajo, en comparación con aquellos con un perfil de riesgo alto.
Los investigadores concluyen que los resultados sugieren que el fomento de hábitos de vida favorables, incluso en edades avanzadas, puede aumentar la esperanza de vida, probablemente por la reducción de la morbilidad.
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