Pese a las promesas de los gobiernos de Europa oriental y de
Asia central de luchar contra el sida, la epidemia crece más rápido en
esa amplia región que en el resto del mundo. Las políticas antidrogas,
la discriminación y las dificultades de acceso a los medicamentos y a
terapias virales son los principales factores de la propagación del
SIDA.
Los expertos advierten de que virus no podrá ser contenido a menos
que los gobiernos cambien su estrategia, . «En la mayoría de los países
postsoviéticos, donde el VIH sigue concentrado en los adictos a las
drogas, las políticas punitivas y la discriminación continúan
paralizando la respuesta al sida», dice el director del Programa
Internacional de Desarrollo para la Reducción de Daños de Open Society Foundations, Daniel Wolfe.
Las cifras pintan un panorama gris. Según la Organización Mundial de
la Salud (OMS), mientras las tasas de infección de VIH caen a nivel
mundial, crecen en la región definida por organismos internacionales
como Europa oriental y Asia central (EECA, por sus siglas en inglés). La
OMS informa de 170.000 nuevas infecciones en esa región en 2011. Un 22
por ciento más desde 2005, y no hay señales de que la tendencia pueda
cambiar. El uso de drogas intravenosas es uno de los principales
factores: más del 70 por ciento de los nuevos contagios se producen por
esta vía, según la OMS.
Miembros de Organizaciones no gubernamentales señalan que la lucha
contra la epidemia se debe basar en primer lugar en combatir la adicción
a las drogas inyectables, pero indican que la postura que los gobiernos
tienen hacia el problema no podrá solucionarlo, sino que por el
contrario lo agravará. «Es necesario abandonar las políticas punitivas
contra las drogas. Las personas se resisten a someterse al tratamiento
porque temen ser procesadas penalmente o a tener otro tipo de problemas
con la policía», explica la activista Dasha Ocheret, de la Red
Eurasiática para la Reducción de Daños.
Añade que «hay situaciones en las que se arriesgan a infectarse con
el VIH antes que acudir a un centro de intercambio de jeringas». En esos
centros proveen de forma gratuita material de inyección estéril a
cambio de jeringas usadas, con el fin de evitar la utilización
compartida de estas y prevenir así el contagio del VIH.
Rusia y Ucrania son los países con los escenarios más graves. Además,
los activistas acusan a Moscú de obstaculizar la lucha contra el
VIH/sida en toda la región. La terapia de sustitución de opiáceos (TSO),
tratamiento para adictos aplicado en gran parte del mundo, en el que se
les ofrece metadona o buprenorfina a los consumidores de heroína, está
prohibida en Rusia. Promoverla se castiga con prisión.
Los críticos de la terapia en Rusia arguyen que mantiene a los
pacientes en la adicción, y que los países occidentales la promueven
solo para obtener ganancias. También alertan que la metadona
probablemente terminará siendo vendida en el mercado negro, desatando
otro problema de drogas.
Rusia ha sido en los últimos años un importante donante en Europa
Oriental y Asia Central, por esa vía ha exportado sus políticas,
incluyendo su rechazo a la TSO. «Rusia es un importante actor regional, y
su política antidrogas influye en otros países de la región», explica
Ocheret.
Funcionarios del Programa Conjunto de la Organización de las Naciones
Unidas para el VIH/Sida aseguran que se puede contener el virus entre
los adictos a las drogas si se combina la TSO con programas de
intercambio de jeringas.
En tanto, portavoces de la organización Harm Reduction International
dicen que la gran diferencia en las tasas de prevalencia del VIH entre
los adictos a las drogas intravenosas en los países occidentales y en
Rusia (de hasta el 30 por ciento) se debe a la aplicación de la TSO y de
programas de intercambio de jeringas en los primeros.
Pero incluso en los países de EECA donde existen estos programas, los
pacientes deben salvar grandes dificultades para acceder a ellos.
Muchos gobiernos siguen cuestionando su efectividad y se niegan a
apoyarlos financieramente, haciendo que dependan de las donaciones. Esto
limita su cobertura y efectividad.
Pero el mayor problema es la persecución de aquellos que intentan
acceder a los programas. Muchos adictos de la región han denunciado
palizas, torturas, chantajes y falsas acusaciones de la policía.
En los países de EECA se pueden dictar sentencias de prisión por
periodos prolongados por la posesión de una mínima cantidad de droga. El
residuo en una aguja entregada en un centro de intercambio de jeringas,
por ejemplo, puede ser motivo suficiente para una condena.
Un portavoz de la International HIV/AIDS Alliance en Ucrania, donde
la TSO y los programas de intercambio de jeringas cuentan con un fuerte
respaldo oficial, dice que «La intimidación física y de otro tipo contra
consumidores de drogas es una rutina en la práctica policial».
«Los adictos a las drogas, los trabajadores sexuales y los
proveedores de servicios denuncian que la policía obtiene dinero e
información de los consumidores mediante palizas , electrodos,
simulaciones de asfixia y amenazas de violación», y añade que «También
denuncian que la policía coloca droga en sus hogares y la usa como
evidencia para arrestarlos».
La discriminación que sufren los drogadictos también afecta los
programas de distribución de medicinas antirretrovirales. La
International HIV/AIDS Alliance asegura que es «un problema común» en
Ucrania que se les nieguen antirretrovirales a drogadictos, aunque no
hay forma oficial de probarlo.
Mientras, la Red Eurasiática para la Reducción de Daños informa de
que se producen incidentes similares en Rusia. La OMS estima que solo el
23 por ciento de las personas en EECA que pueden beneficiarse de los
medicamentos contra el VIH los reciben efectivamente. En África
subsahariana, la proporción es más del doble.
Organizaciones contra el sida en EECA alertan de que, hasta tanto no
se adopten los enfoques occidentales de prevención y tratamiento, la
epidemia seguirá sin control en esta región. «Países como Polonia, por
ejemplo, adoptaron en los 90 prácticas occidentales contra el VIH/Sida,
incluyendo la TSO, y de esa forma han mantenido el problema bajo
control», dice Ocheret.
«En muchos países de EECA, estos programas siguen en perpetua fase de pruebas y nunca avanzan», lamenta.
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