sábado, 14 de septiembre de 2013

La ansiedad debilita el sistema inmune y facilita la aparición de otras dolencias físicas

Pensamientos negativos, preocupación constante, problemas para dormir, dolor psíquico y físico. La tortura de la ansiedad. Según el estudio epidemiológico sobre trastornos mentales ESEM-eD-España, el 9,3% de los españoles sufrirá algún trastorno de ansiedad a lo largo de su existencia. Se trata del grupo de patologías mentales más frecuente tras la depresión.

La ansiedad es una emoción muy útil, hasta cierto punto. Ante una amenaza, alerta al individuo para la lucha o la huida. El problema es si la alarma se activa sin ningún peligro en el horizonte o resulta excesiva. "Hay muchas personas que están casi siempre ansiosas", comenta Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. Viven atrapadas por el miedo. Entonces, la ansiedad ya no es una reacción útil, sino un penoso estilo de vida. Como explica Vicente Caballo, profesor de Psicología de la Universidad de Granada, "la ansiedad se convierte en patológica cuando es exagerada con relación al estímulo que la desencadena e interfiere negativamente en la vida de la persona". Los expertos aún no saben por qué un porcentaje tan elevado de personas viven angustiadas. ¿Tendrán la culpa algunos genes traviesos?, ¿traumas de la infancia?, ¿esta sociedad tan acelerada, posmoderna e incierta? "Seguramente, interaccionan factores biológicos, psicológicos y sociales", apunta Francisco Ferre, jefe de servicio de psiquiatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Por un lado, algo de mala suerte en la lotería genética. "Hay bebés más irritables. Quizás tengan más vulnerabilidad biológica a la ansiedad", considera Vicente Caballo. Además, el maltrato físico o psicológico en la infancia aumenta el riesgo de ser un adulto ansioso. Y los hijos de personas ansiosas tienen más probabilidades de serlo.
Un dato curioso: en Estados Unidos se da el doble de casos de ansiedad patológica que en España. ¿Andan los genes más averiados o abundan las infancias desgraciadas en la tierra del Tío Sam? "La clave es que los trastornos de ansiedad están muy relacionados con el tipo de sociedad en que vivimos", afirma Antonio Cano. Qué le vamos a contar: la hipoteca, las prisas, un futuro laboral cada vez más neblinoso. Las reglas del juego del capitalismo made in USA. Asimismo, explica Francisco Ferre, "la vida se ha acelerado y afrontamos multitud de situaciones de microestrés: el autobús que no llega, la mala cara de un compañero del trabajo. Todo eso nos impregna".
Y, por si fuera poco, llegó la crisis. A la vista del panorama actual, no es de extrañar que una de las patologías de la ansiedad más habituales sea el trastorno de ansiedad generalizada. Quien lo sufre vive encadenado a una preocupación y angustia excesivas. Cualquier contratiempo, por pequeño que sea, dispara su angustia. Aunque hay otros trastornos de ansiedad, como las fobias específicas (a los espacios abiertos, a las cucarachas), la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo (las compulsiones son rituales con los que se intenta calmar la ansiedad, como lavarse las manos decenas de veces al día por miedo a contaminarse) o el trastorno de angustia.

¿En qué consiste la ansiedad?
"Hasta no hace mucho, se consideraba un problema de amas de casa", apunta Vicente Caballo. Un estar de los nervios, un achaque psicológico menor, algo propio de personas incapaces de enfrentarse a la vida. Pero puede ser agotadora, causar mucho dolor y restar calidad de vida. "No hay que banalizarla", añade este psicólogo.
Por un lado, la ansiedad secuestra la mente. "Las personas ansiosas dan muchas vueltas a las cosas, son poco flexibles y perfeccionistas y siempre esperan lo peor", afirma Antonio Cano. "Y entre el 40% y el 60% de ellas tienen depresión", señala Francisco Ferre. En muchos casos, la depresión es una consecuencia de las limitaciones vitales que genera el trastorno de ansiedad.
Porque la ansiedad secuestra a la voluntad y el comportamiento. "Uno evita lo que teme –explica Vicente Caballo–. Por eso, quienes tienen miedo a los espacios abiertos no quieren salir de casa, o quienes sufren fobia social evitan relacionarse y tienen muchos problemas para encontrar trabajo o pareja". O comen compulsivamente o fuman treinta cigarrillos al día o se exceden con los tranquilizantes o abusan del alcohol. Entre las personas que beben, la patología psicológica más frecuente es la ansiedad. Un intento de regatear, a cualquier precio, la angustia y el malestar físico. Porque la ansiedad también secuestra al cuerpo.
Se anuncia una tanda de despidos masivos en la empresa o el niño se ha puesto a cuarenta de fiebre, y el cerebro ordena segregar hormonas como la adrenalina o el cortisol y acelerar la frecuencia cardiaca o la respiración. Así reacciona el organismo ante la ansiedad. Pero, tras la tormenta, llega la calma. El problema de las personas con un trastorno de ansiedad es que viven en un tsunami casi continuo. En ellas, los mecanismos cerebrales de la ansiedad se activan con más intensidad y durante más tiempo, lo que castiga al organismo y debilita el sistema inmunitario, encargado de protegernos de un buen número de enfermedades.

Médicos de atención primaria
"Es frecuente somatizar –comenta Antonio Cano–. El 15% de las personas que van al médico de familia tiene ansiedad y trastornos somáticos". La angustia es excesiva, y el cuerpo protesta. Como señala Francisco Ferre, "hay problemas físicos que en muchos casos están causados por la ansiedad, como el dolor de cabeza por tensión cervical, el dolor muscular, los mareos, la gastritis, el síndrome del colon irritable, la caída del cabello o los problemas de la piel como la psoriasis o los eccemas". Es un círculo vicioso. No hay que olvidar que los problemas físicos también causan ansiedad. Las personas con enfermedades físicas crónicas, como la diabetes o el dolor de espalda, tienen entre tres y cuatro veces más riesgo de sufrir ansiedad o depresión.
Precisamente, los achaques físicos son la principal causa de que las personas ansiosas acudan a la consulta. "Muchas no saben que tienen ansiedad –asegura Magda Miralles, médica y miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria–. Vienen porque les duele la espalda, y se lo solucionas. Luego les duele el estómago, y se lo solucionas. Y luego tienen problemas en la piel. Sospechas que pasa algo más, y ves que tienen mucha ansiedad". En el peor de los casos, arrastran su angustia y sus dolores durante años sin recibir tratamiento. "Entre el 20% y el 30% de las personas con un trastorno de ansiedad no están tratadas –apunta Magda Miralles–. En parte, porque los médicos no nos damos cuenta de que sufren ansiedad y porque hay personas que no saben abrirse emocionalmente. Pero el gran problema es que falta información. Le dices a alguien que su malestar físico se debe a la ansiedad, y te dice que no puede ser. O no entiende que el tratamiento farmacológico más adecuado son los antidepresivos, que calman la ansiedad. Hasta hace poco, se daban tranquilizantes, pero estos pueden causar adicción y perpetúan la ansiedad. Así que el paciente te dice que no está deprimido y no toma la medicación".
Los médicos de atención primaria están en primera línea en el combate contra la ansiedad. Una de cada cuatro personas que va a su médico de familia tiene un trastorno ansioso. "Sólo los casos más graves se derivan al psiquiatra, aunque también derivamos al psicólogo a los pacientes que se pueden beneficiar de un tratamiento psicológico", añade esta médica de familia.
Pero no hay psicólogos suficientes en la sanidad pública. En el 2013, sólo se han ofertado 128 plazas para ellos en toda España. A pesar de que los médicos de familia apenas tienen cinco minutos para sus pacientes y de que la terapia psicológica, combinada con las pastillas en momentos de crisis o en pacientes graves, es la más eficaz.