martes, 24 de junio de 2014

Un reloj inteligente mide el azúcar en sangre sin necesidad de un pinchazo

VALENCIA.- Una de las opciones que muchas compañías e instituciones llegan persiguiendo tiempo es de crear aparatos que sirvan para medir las constantes vitales de pacientes crónicos de la manera menos intrusión posible, como pueden ser los diabéticos. 

ImasD Tecnología, una empresa de ingeniería valenciana, parece haber dado con la clave y ha patentado una tecnología que ahorre a estos enfermos el incómodo pero necesario pinchazo para controlar el nivel de azúcar en sangre. Además de la glucosa, el reloj también permitirá supervisar el oxígeno o el pulso.
"El primer dispositivo orientado a convertirse en un dispositivo médico", aclara Pedro Peláez, uno de los responsables de la compañía, que hoy presentó el proyecto en el foro The App Date que se celebra en Madrid. "En principio queríamos crear un sistema para monitorizar enfermos de Alzheimer o con cardiopatías pero acabamos yendo más allá", recuerda Peláez.
"Los sensores para el cardio ya estaban bastante probados y desarrollados pero vimos que en el caso de la glucosa había una oportunidad, ya que, a pesar de que se había intentado, no se logró todo", confiesa este ingeniero.
El sistema calienta la piel del usuario para abrir los poros de manera "casi imperceptible" y se deja caer dentro una microgota que posteriormente se recupera y proporciona los datos.
"Es una tecnología similar a la que se utiliza en los cabezales de las impresoras. De la misma manera que un cartucho puede disponer la tinta sobre el papel, también se puede hacer sobre la piel", explica. El reloj cuenta con un consumible que se tiene que cambiar cada siete días, a razón de cuatro o cinco mediciones al día.
La información se podrá consultar desde el 'smartphone' pero es completamente autónomo: "Si el usuario tiene 80 años y no sabe utilizar el móvil, no hay ningún problema".
También reconoce que, a pesar de todo el trabajo para patentarlo y desarrollarlo, ellos no tiene la capacidad para comercializarlo y conseguir la bendición de las autoridades sanitarias para que sea homologado con un dispositivo médico. "Es prácticamente imposible que nosotros hiciésemos ese negocio", admite. "Solamente las certificaciones cuestan muchísimo", aclara a la par que recuerda que todavía quedan "muchas pruebas de campo".
De momento ya han desarrollado un prototipo de gran tamaño y se han reunido con dos grandes farmacéuticas interesadas en el mismo. Ahora el próximo paso es reducir la escala hasta convertirlo en un dispositivo 'weareable'. "Lo bonito de todo esto es poder llevarlo en la muñeca y poder programarlo desde una web de manera sencilla", afirma.

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