lunes, 9 de mayo de 2011

Depresión y grasas, relación causa efecto

El estudio, llevado a cabo por investigadores de las universidades de Navarra y Las Palmas de Gran Canaria, ha relacionado la ingesta de grasas trans y saturadas con el desarrollo de depresión. Para llegar a esta conclusión, durante un periodo de seis años, analizaron a más de 12.000 voluntarios incluidos en el Proyecto SUN. Este proyecto, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, se inició en 1999 y cuenta ya con más de 20.000 participantes, junto con cerca de 2.000 personas nuevas cada año. 
 
Gracias a este gran número de voluntarios, los investigadores pueden indagar las causas de algunas de las enfermedades que más preocupan: la obesidad, el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la infertilidad y la depresión, entre algunas de una larga lista. Al principio del estudio los voluntarios no tenían signos de trastorno mental y, al finalizar, un total de 657 lo desarrollaron. Los autores, según explican en la publicación 'PLoS ONE', detectaron que las personas con un alto consumo de grasas trans y saturadas registraban un 48% más de posibilidades de sufrir depresión que quienes hacían un consumo comedido.
Hace dos años, investigadores de la University College London, publicaron unos resultados similares en 'British Journal of Psychiatry'. Después de utilizar los datos de cerca de 3.500 voluntarios, advirtieron que quienes comían de manera regular comida basura o "fast food", con alto contenido de grasa (comidas preparadas, postres y dulces), tenían un 60% más de riesgo de sufrir depresión que quienes seguían una dieta equilibrada con un aporte adecuado de frutas, verduras y pescado.
Concluían también que a pesar de que son muchos los factores importantes en el desarrollo de este trastorno mental, la dieta desempeña un papel independiente. Entre las posibles razones del efecto protector que confiere seguir una dieta saludable, los científicos señalan los altos niveles de antioxidantes de frutas y verduras, igual que el ácido fólico del brócoli, col, espinacas, lentejas y garbanzos, o los altos niveles de ácidos grasos poliinsaturados (omega 3) del pescado.
Los investigadores insisten en que no todas las grasas son iguales y subrayan que la del aceite de oliva (monoinsaturada) y la de los aceites vegetales o el pescado (polinsaturada) se relacionan con menos posibilidades de sufrir depresión. Además, algunos tipos de grasa son importantes fuentes de energía y ricas en muchos nutrientes. Se dividen en saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas y ácidos grasos trans. Una alimentación adecuada exige saber distinguirlas, conocer cuál es su función y la cantidad diaria conveniente.
La grasa saturada se localiza, sobre todo, en los alimentos que proceden de los animales (carnes, vísceras, embutidos, piel de pollo, huevos, lácteos enteros, nata, yema de huevo), en el aceite de coco y palma (utilizados en elaboraciones industriales), en el chocolate y en pastelería y bollería. La grasa trans es frecuente en algunas margarinas, patatas fritas y otros aperitivos fritos industriales, así como en pastelería y bollería industrial.
De la misma manera, con este trabajo, los investigadores españoles han confirmado que la incidencia de estrés es mayor en los países del norte de Europa, donde se consumen más derivados lácteos ricos en grasas saturadas, como la mantequilla. En zonas del sur, donde la población tiende a seguir más la dieta mediterránea, el riesgo de padecerlo disminuye.
Unos 25 millones de europeos. Esta cifra corresponde al número de personas en toda la Unión Europea (UE) que sufren depresión, el 5% de la población europea. Y no acaba aquí: de los más de 300.000 millones de euros anuales que se presupuestan en Europa para el tratamiento de las enfermedades mentales, cerca de la mitad se destinan al tratamiento de este trastorno y sus efectos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en el año 2020 sea una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo, superada solo por las enfermedades cardiovasculares.
Además, sus consecuencias son múltiples y variadas. Las personas con trastornos mentales tienen una menor calidad de vida que el resto de la población y una mayor prevalencia en problemas de salud, como la hipertensión, la obesidad, la diabetes y enfermedades respiratorias, sumado a problemas de comportamiento y al abuso de sustancias tóxicas. Incluso un gran porcentaje de ellos desarrolla problemas sexuales ligados a la propia enfermedad o a los fármacos utilizados en su tratamiento. Entre un 30% y un 70% de los afectados sufren alteraciones frecuentes, que se dan en todas las fases sexuales (desorden del deseo, alteraciones en la excitación, alteraciones del orgasmo o problemas por dolor sexual, entre otros).
Entre sus principales objetivos, la Fundación Española del Corazón (FEC) persigue la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Para ello, ha elaborado un Programa de Alimentación y Salud (PASFEC), una iniciativa de apoyo a los productos de alimentación o ejercicio físico considerados saludables para las personas. Con él busca incentivar a la industria para que desarrolle productos más saludables, y ayudar a la vez al propio consumidor en la tarea de escoger un producto, mediante unos criterios establecidos por el comité científico de esta sociedad.
La FEC considera fundamental la prevención de las enfermedades del corazón a través de una alimentación adecuada y la actividad física regular. Por otro lado, también colabora en el desarrollo de "Espacios Cardiosaludables", para ayudar a mejorar la eficacia de las empresas en el ámbito de la prevención de estas patologías, con la adopción de ciertas medidas que permiten obtener la acreditación.

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