Un nuevo estudio realizado por científicos de Virginia Tec y la U. de
Georgetown (Estados Unidos) demostró que los hábitos de vida en el
embarazo, e incluso antes de éste, influyen en el desarrollo posterior
del cáncer de mama.
De acuerdo a la investigación publicada por la revista Nature
Communications, este daño ambiental puede ser transmitido de una
generación a la siguiente, no a través de mutaciones genéticas, sino a
través de alteraciones ‘epigenéticas’ que influyen en cómo se decodifica
la información genómica. Es decir, no se trata de una alteración al
interior de su secuencia genética, sino de cambios externos que
inhabilitan determinados genes y no permiten su expresión o encendido.
Para demostrarlo, el equipo a cargo de Leena Hilakivi-Clarke,
profesora de Oncología en el Centro Oncológico Integral Lombardi de la
U. de Georgetown, trabajó con ratas embarazadas y las dividió en tres
grupos: uno de ellos tuvo una dieta rica alta en grasas (que aumenta los
niveles de estrógeno en el organismo), el segundo una dieta
suplementada con estrógeno sintético (como el que se puede encontrar en
la soya o derivados del plásticos) y el tercero con una dieta normal.
“Sabemos que la dieta materna puede tener efectos a largo plazo sobre
la salud de una descendencia. Pero este estudio demuestra -por primera
vez- que una dieta alta en grasa puede afectar a múltiples generaciones
de progenie de una rata, lo que resulta en un aumento en el cáncer de
mama no sólo en sus hijas, sino también en las nietas y bisnietas cuando
son adultas”, señaló Hilakivi-Clarke.
No a dieta occidental
Sonia de Assis, parte de la investigación, explicó
que en los seres humanos, una dieta saludable tiene entre un 20 a 30%
de sus calorías provenientes de la grasa. “En nuestro estudio, las ratas
del grupo de control (baja en grasa) tenían una dieta similar con un
20% de grasa, mientras que en las del grupo alto en grasas, el 43% de
sus calorías eran grasas. Esta última cantidad es la representación
típica en una dieta occidental”, indicó.
El estudio reveló que las hembras que nacieron de las ratas
alimentadas con exceso de grasa y estrógeno sintético tuvieron entre un
55 y un 60% mayor riesgo de tener cáncer de mama, al igual que sus
nietas, en comparación con el grupo que tuvo dieta normal.
¿La razón? “El exceso de estrógenos (que aumentan con dieta rica en
grasa) durante el embarazo provoca cambios epigenéticos en el tejido
mamario de las hijas. Estos cambios se transmiten luego a nietas y
bisnietas”, explicó De Assis. Es decir, la glándula mamaria de las
hijas, nietas y bisnietas de esas madres tendrán interruptores de
encendido y apagado de genes defectuosos en el tejido mamario, “lo que
las hace más susceptibles a desarrollar cáncer de mama”, sostuvo.
Los investigadores aseguran que estos datos demuestran que las
embarazadas deben tener una dieta equilibrada, porque ésta no sólo
afecta a su salud, sino también la de sus descendientes. El tema no es
menor, ya que se pueden aplicar nuevas estrategias de prevención antes
de que se desarrolle el cáncer, según el diario chileno 'La Tercera".
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