Nueve de cada diez de afectados por la
enfermedad de Willis-Ekbom, conocida como el síndrome de piernas
inquietas, no han sido diagnosticados correctamente, asegura el
presidente de la Sociedad Española del Sueño, el doctor Diego
García-Borreguero, quien lamenta que los síntomas suelan confundirse con
problemas reumatológicos o vasculares.
Así, subraya, la necesidad de "un
mayor esfuerzo" educativo por parte del profesional sanitario así como
de un impulso en la investigación para conocer mejor esta enfermedad. No
obstante, considera que "se ha avanzado muchísimo en el conocimiento de
qué es lo que falla y de los tratamientos más eficaces durante los
últimos cinco años".
El síndrome de piernas inquietas, cuyo Día Internacional tiene
lugar este domingo 23 de septiembre, es un trastorno neurológico que
hace que el afectado experimente hormigueo, picor, tensión interior,
nerviosismo e inquietud en las piernas y pantorrillas. Estas
manifestaciones suelen aparecer, por lo general, a última hora de la
tarde o durante la noche, aunque pueden presentarse también en cualquier
momento de reposo o inactividad a lo largo del día.
De este modo, estas personas experimentan mucha inquietud e
importantes dificultades a la hora de permanecer sentados para descansar
o desarrollar un trabajo. Las formas de aliviar parcialmente las
molestias pasan por levantarse y caminar, frotarse las piernas o hacer
estiramientos.
En ocasiones, el propio paciente no da importancia a las
sensaciones molestas de sus piernas o no las identifica como una
enfermedad, al confundirlas con varices, mala circulación, reuma o
artrosis.
En España, entre un 3 y un 5 por ciento padece la enfermedad de
Willis-Ekbom en su vertiente más severa, lo que implica seguir un
tratamiento, consistente en la administración de agentes dopaminérgicos.
Estos fármacos actuan sobre la dopamia, pues uno de los problemas de
esta enfermedad es que en el cerebro existe una disfunción de esta
sustancia, explica García-Borreguero.
En la actualidad, no existe cura para el síndrome de piernas
inquietas, salvo cuando sus síntomas se asocian a otros procesos, como
falta de hierro, embarazo o nefropatía avanzada.
García-Borreguero describe el perfil de una persona afectada por
la enfermedad como el de una mujer de "mediana edad, de entre 30 y 40
años" con un familiar directo que ha padecido el síndrome de piernas
inquietas. De este modo, considera que 7 de cada 10 casos responden a
causas hereditarias.
Además, las personas de raza blanca con ferropenia --disminución
de hierro en el organismo-- o problemas de tipo renal son más propensas a
padecer la enfermedad. A nivel mundial, el síndrome de piernas
inquietas es padecido por un 10 por ciento.
A la larga, esta enfermedad podría convertirse en motivo de
incapacidad laboral, pues sus afectados solo pueden dormir entre 3 y 4
horas y, de este modo, les resulta imposible concentrarse y estar
despejado por el día.
En palabras de este experto, el grado de margen para prevenir esta
enfermedad es pequeño, aunque manteniendo unos niveles de hierro
adecuados o evitando ciertos fármacos se podría evitar su aparición.
Sobre su naturaleza, señala que el 25 por ciento de los casos aparecen
de manera transitoria y el resto, de forma crónica.
"El diagnostico precoz nos permite actuar y mitigar los síntomas
en el mismo momento", señala este experto, quien advierte de que "esta
enfermedad no solo impacta sobre la calidad de vida de la persona sino
que está asociada con un riesgo cardiovascular a largo plazo". En
definitiva, el diagnostico precoz supone una "gran oportunidad" para
tratar la enfermedad con una "máxima antelación", aclara.
Por último, los expertos recomiendan evitar el alcohol, la cafeína
y el tabaco así como comidas copiosas en las horas previas a ir a la
cama para disminuir su impacto. Acostarse a la misma hora, evitar dar
vueltas en la cama, practicar ejercicio físico suave antes de ir a
dormir, aplicar frío o calor en las piernas también puede ayudar.
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