Las discusiones peligrosas, que son aquellas en las que "tenemos como prioridad tener la razón",
no suelen lograr ningún resultado y son capaces de dañar la relación
entre las personas implicadas, por ello el psicólogo Antonio de Dios
recomienda escuchar, evitar los individualismos, tratando de
salvaguardar el estado emocional de la otra persona.
Las discusiones, aquellas que no forman parte de un debate, sino
que puede calificarse de pelea, ya sea en el ámbito familiar, social o
laboral, son "peligrosas", porque dañan la relación y traición a los
valores, explica este especialista del Hospital USP
Marbella.
En parte la culpa es del cerebro, ya que como indica, "ante una
situación de estrés o peligro, el cerebro emocional consigue que las
personas dejen de pensar para salvar la identidad personal", esto provoca que, "al tratar de salvar nuestra identidad, se dañe la del otro".
En una discusión, "las personas implicadas suelen luchar por tener
la razón. Lo que no solemos percibir es que, cuanto más tratamos de
tener razón, más empujamos al otro a ponerse a la defensiva y a dejar de
escuchar"; cuando se llega a esta situación, además del gasto de
energía, "jamás se llega a un entendimiento".
Así, a la hora de dar las pautas necesarias para tener una
discusiones eficaz, destaca como muy importante tratar de que la otra
persona se sienta segura antes de intentar tener razón, es decir "salvaguardar el estado emocional" y eso se consigue, sobre todo, "sabiendo escuchar".
"Cuando escuchamos el mensaje que se trasmite al otro es que es
importante para mi, y cuando se trasmite ese mensaje, entonces, esa
persona puede sentirse segura", afirma, aunque para escuchar bien debe
hacerse desde los valores de la otra persona, ya que "la clave es escuchar sin tener porqué estar de acuerdo". En resumen, "hay que hacerle sentir importante, válido y seguro".
A su juicio, "cuando la discusión pasa un nivel de excitación la
otra persona ya no está escuchando, está a la defensiva, cualquier
conversación no va a llegar a ningún punto, porque no va a haber
posibilidad de entendimiento".
Por otra parte, "si se produce una discusión lo más importante no
es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Debajo de la conversación que
trata de dirimir quién tiene razón hay otras que versan sobre las
emociones de cada persona y también sobre su validez".
De este modo, De Dios reafirma que "dos no discuten si uno no quiere".
Las claves para evitar una discusión es dejar de hacer monólogos y
empezar a hacer preguntas, ya que "las personas más eficaces en una
discusión son las que pasan más tiempo escuchando que hablando y sus
intervenciones son curiosas y llenas repreguntas".
Del mismo modo, afirma que las personas más eficaces son aquellas que saben escuchar y hacer sentir bien a los demás, "ser capaces de manejar conversaciones difíciles es garantía de éxito".
Uno de los motivos más frecuentes por los que las discusiones son
inútiles es porque nos olvidamos de respetar las interpretaciones y,
sobre todo, los valores de la otra persona.
Aunque desconoce si han aumentado las discusiones con respecto a
otras épocas, sí cree que se discute mucho, posiblemente debido a que "la sociedad actual fomenta la inseguridad individual". "Normalmente lo que se hace bien vale poco, mientras que cuando se hace algo mal todo el mundo lo señala", añade.
"Normalmente estamos tan pendientes de nuestro punto de vista que
lo defendemos incondicionalmente sin ni si quiera pensar que si la otra
persona opina diferente quizá sea porque tiene información que nosotros
no tenemos" y, en este sentido, advierte de que "solemos considerar que lo que está bien es aquello que comparte nuestros valores".
"Pero quizá lo más importante sea aceptar que en ocasiones los
valores de cada persona son diferentes y tenemos que elegir entre
respetar los de los demás y hacerles sentir escuchados, entendidos y
valorados, o defender los nuestros (valores) pese a que con ello estemos
renunciando al Amor para tener razón", añade.
De Dios cree que el problema no es tanto por qué se discute, sino
que se discute normalmente porque la persona se encuentra insegura;
"nadie debe tener poder sobre las emociones de uno a no ser de que se le
permita, y si no se siente insegura la persona, no entra en una
discusión", afirma.
Del mismo modo, aclara que, ante una discusión, uno no debe buscar ser refutado por el otro ya que, lo importante, "es ponerse en el lugar del otro".
"Cuando una persona necesita sentirse entendido en una discusión es una
cuestión emocional, entonces debería preguntarse por esa dependencia,
por qué como adulto tiene necesidad de ser entendido", concluye.
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