Un estudio de investigadores de la Universidad
CEU Cardenal Herrera (CEU-UCH) de Valencia y de la de Granada ha
demostrado biológicamente que consumidores de cocaína son "más
sensibles" a emociones negativas y "menos capaces" de controlar estos
estados emocionales, según ha informado la institución académica en un
comunicado.
Según este estudio, la dependencia de la cocaína está "asociada a
un pronunciado aumento de las emociones negativas, que persiste aunque
se abandone el consumo de esta sustancia". La identificación de las
áreas cerebrales afectadas en este proceso resulta de "gran ayuda" para
tratar a aquellas personas que intentan abandonar el consumo.
Con este objetivo, el investigador del Instituto de Ciencias
Biomédicas de la CEU-UCH Samuel Asensio Alcaide ha participado en un
estudio en colaboración con investigadores de la Universidad de Granada
para determinar mediante técnicas de resonancia magnética funcional
(fMRI) las alteraciones tanto en la respuesta cerebral (regiones
activadas) como en el patrón de conectividad entre distintas regiones,
durante la evaluación de emociones negativas, en personas con
dependencia de la cocaína.
El trabajo, publicado por la revista 'Addiction Biology', ha
comparado las reacciones cerebrales ante imágenes relacionadas con
emociones negativas en un grupo de personas adictas a la cocaína que
habían superado los 15 días de abstinencia, y en otro grupo de personas
no consumidoras de esta sustancia, todas ellas con características
socio-demográficas y de edad similares y sin otro tipo de trastornos
psiquiátricos.
Durante las resonancias practicadas a ambos grupos, se han medido
las respuestas cerebrales ante la visualización de imágenes que generan
sentimientos negativos, intercaladas con imágenes neutras mostrando un
patrón normal de activación frente a estímulos con contenido emocional.
Sin embargo, al comparar los dos grupos de sujetos, se observaron
alteraciones en la actividad del córtex prefrontal dorsolateral y del
giro frontal inferior, regiones pertenecientes a la corteza prefrontal e
involucradas en el control de la conducta, así como en la conectividad
de estas regiones con otras estructuras del sistema límbico, como la
amígdala o el tálamo anterior, encargadas del procesamiento de las
emociones, las cuales también afectan a la conducta influyendo en el
procesamiento de la corteza prefrontal.
El registro de estas disfunciones permite fundamentar, por primera
vez biológicamente, que, comparándolas con personas no consumidoras,
las personas que han consumido cocaína son más sensibles a los estímulos
con contenido emocional negativo y menos capaces de controlar los
estados emocionales que estos estímulos desencadenan, dificultando así
el mantenimiento de los estados de abstinencia y la rehabilitación.
La mayor activación del córtex prefrontal dorsolateral en los
consumidores de cocaína está asociada a la evaluación de las emociones
negativas y a la depresión severa. Esta región cerebral está también
vinculada el deseo de consumir drogas, con lo que aunque las personas
estudiadas llevaban más de 15 días sin consumir cocaína, sus
evaluaciones negativas sobre las imágenes eran similares a las de una
persona con el síndrome de abstinencia.
En el estudio realizado por investigadores de la CEU-UCH y la
Universidad de Granada, las personas que habían consumido cocaína
mostraron también una "mayor reactividad" emocional en su cerebro
durante la experimentación de emociones negativas. Esto guarda relación
con estudios precedentes sobre la "especial sensibilidad" hacia el
castigo en los adictos a la cocaína, su excesiva evaluación de las
emociones negativas y la relación con las áreas cerebrales relacionadas
con los afectos negativos y el estrés.
El estudio también ha permitido demostrar que los consumidores de
cocaína "ven reducida la actividad en áreas del cerebro relacionadas con
el control cognitivo, así como la conectividad funcional entre regiones
de control cognitivo (prefrontales) y regiones de procesamiento
emocional (sistema límbico), hecho que puede reflejar la falta de
autocontrol y de atención en estados altamente emocionales en este tipo
de pacientes".
"Todo este significativo deterioro de los sistemas que regulan las
emociones contribuye a explicar fenómenos clínicos detectados entre
consumidores de cocaína, como la persistencia de los afectos negativos,
el mal manejo del enfado o su elevada intolerancia ante la frustración",
ha señalado la institución.