domingo, 21 de febrero de 2021

El tratamiento con vitamina D no es "significativo" en casos graves de Covid-19


MADRID.- El papel terapéutico que cumple la vitamina D para enfrentar el coronavirus está en la mira del colectivo científico. Hasta la fecha se han desarrollado dos estudios sobre su efecto en pacientes contagiados y hospitalizados por el virus, constata Redacción Médica. 

El primero, en España, tuvo resultados "prometedores" por la tendencia a mejorar de los contagiados, pero contó con una baja muestra de 76 participantes. El último, desarrollado en Brasil, tuvo una mayor participación de pacientes Covid (240). Sin embargo, no encontró beneficios “significativos” de tratamiento con vitamina D para los pacientes con Covid grave.

Sobre este último estudio, la revista científica JAMA Network Open publicó un informe el cual explica que una sola dosis alta de vitamina D no redujo significativamente la duración de la estancia hospitalaria, ni mejoró ningún otro resultado clínicamente relevante entre los pacientes hospitalizados con Covid-19 de moderado a grave. De esta forma, el informe infiere que estos hallazgos no apoyan el uso de la vitamina D como tratamiento.

Estudios previos han demostrado que los niveles más altos de calcifediol se asocian con mejores resultados clínicos en las enfermedades respiratorias. También se han observado asociaciones positivas entre niveles bajos de calcifediol y mal pronóstico en pacientes con Covid-19. Además, un pequeño ensayo no aleatorizado demostró que la administración de vitamina D, antes de la infección, se asoció con una mejor supervivencia y una enfermedad menos grave entre los pacientes mayores y frágiles con coronavirus.

Sin embargo, en este ensayo actual, "una dosis única de 200 000 UI de vitamina D no tuvo ningún efecto clínicamente relevante entre los pacientes hospitalizados con Covid-19”, explican los autores del estudio.

Hasta la fecha es el mayor ensayo aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo publicado de vitamina D y su administración entre pacientes hospitalizados con Covid, pese a ello se deben considerar varias limitaciones.

Cuando se toma este ensayo clínico de forma aislada, los hallazgos pueden parecer ambiguos; es decir, no excluye un beneficio (o daño) clínicamente importante. Además, este estudio no abordó el uso de vitamina D para pacientes con Covid leve (ambulatorio) que se encuentran al comienzo de su curso de síntomas o para su uso como profilaxis contra el coronavirus.

Cómo el frío y los cambios de tiempo afectan a nuestra presión arterial


MADRID.- La presión arterial es la fuerza (o el impulso) con la que circula la sangre por las arterias para llegar desde el corazón a todos los rincones de nuestro cuerpo. Depende de muchos factores y se sabe que con el frío del invierno ésta aumenta, pero también en muchas otras situaciones, siendo esto peligroso para nuestra salud.

   Así lo explica la doctora María del Mar Martínez Quesada, vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), quien recuerda que la presión arterial debe ser la suficiente para llegar a todas las partes del cuerpo, aunque reconoce que cada persona 'funciona' con una, y ésta suele depender del sistema nervioso autónomo del individuo, así como de sus hábitos de vida, fundamentalmente.

   La también miembro de la Unidad de Rehabilitación Cardíaca del Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla insiste en que es perjudicial para nuestra salud cuando la presión arterial sube excesivamente, una patología que se conoce como hipertensión arterial.

   Con ella, según describe, aumenta la tensión sobre la pared de las arterias, lo que hace que éstas se dañen e inflamen, dando lugar a la enfermedad ateroesclerótica: "Esta patología hace que las arterias se estrechen, impidiendo así un correcto flujo de la sangre hacia los órganos y los tejidos de nuestro cuerpo. Esto conduce a la aparición de eventos cardiovasculares como los ictus o los infartos de miocardio".

   En concreto, la doctora Martínez Quesada menciona que los niveles máximos de presión arterial que debemos tener son 140 milímetros de mercurio o mm Hg la alta, la 'sistólica' (cuando el corazón se contrae), y 90 milímetros de mercurio o mm Hg la baja, la 'diastólica' (cuando el corazón se relaja).

   Además, la cardióloga recuerda que la presión arterial no es la misma durante todo el día: por la mañana es más alta, ya que nuestro cuerpo está preparado para estar más activo, mientras que por la noche es más baja.

   Sobre si le afecta el frío, la doctora destaca que la incidencia de enfermedad cardiovascular, que implica los accidentes vasculares antes mencionados, aumentan un 20% con el frío, mientras que la enfermedad coronaria un 10%. 

"Esto ocurre por una parte porque se produce el estrechamiento de los vasos de la piel y de las extremidades en respuesta al frío, de forma que llega menos riego a los órganos no esenciales, porque éste se preserva para los órganos vitales. Es una regulación local de los vasos. Se necesita más presión para forzar la sangre a través de las arterias estrechadas, de forma que aumenta la tensión arterial en general en todo el cuerpo", explica la experta.

   Desde la Fundación Española del Corazón (FEC) señalan también que con las bajas temperaturas del invierno se activa el sistema nervioso simpático y aumenta la secreción de las catecolaminas, unas hormonas responsables del incremento de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial (y por tanto, del gasto cardiaco). 

También señala que provoca "un cambio en la composición sanguínea, aumentando la viscosidad, el colesterol y el fibrinógeno en sangre, una proteína responsable de la formación de coágulos".

   Además, la doctora Martínez Quesada subraya que con el frío nuestro organismo necesita más calor y energía, y para contrarrestarlos se incrementa nuestro metabolismo. "Al hacerlo, este sistema nervioso simpático se activa, incrementando aún más la tensión arterial", menciona.

   A su vez, la experta resalta que en invierno nuestros hábitos se modifican y por ejemplo, en la época de frío solemos volvernos más sedentarios, una falta de ejercicio que puede favorecer los infartos y los ictus. Por otra parte, incide en la idea de que comemos peor e incrementamos nuestra ingesta de grasas, favoreciéndose también ese estrechamiento tan perjudicial de las arterias.

   La vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología mantiene igualmente que todas las condiciones climáticas le afectan y "mucho" a nuestra presión arterial.

   Por ejemplo, dice que no sólo le influyen la temperatura, sino también la humedad y el viento, y estos a su vez acentúan este efecto del frío sobre nuestra presión arterial. "Todos estos efectos se observan con más frecuencia en personas de más de 65 años y son mayores cuanta más edad tengamos. Otro factor agravante es el tabaco, ya que la nicotina favorece el espasmo de la musculatura de los vasos sanguíneos y con ello, la respuesta de nuestra tensión al frío es mayor".

   Una falsa creencia, que a juicio de la doctora es necesario desmitificar, es que con el alcohol sube la temperatura corporal: "Es falso. Se abren más los vasos de la piel y puede parecer que hay más calor pero a la larga esto hace que baje más la tensión y la persona tenga más frío".

   Por otro lado, la especialista del Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla resalta que el invierno es una época en la que registramos un mayor número de infecciones respiratorias altas. 

"Éstas suponen una inflamación de bajo grado en la sangre y afectan a las arterias. Así se favorece que haya más infartos e ictus, más accidentes vasculares. De hecho, los cardiólogos aconsejamos la vacuna antigripal para los hipertensos o quienes tengan enfermedades del corazón porque ésta ha demostrado disminuir la incidencia de accidentes cardiovasculares", agrega.

   En este sentido, la FEC pone de relieve que el frío disminuye las defensas del organismo y reduce la capacidad de respuesta ante cualquier complicación. 

 "La revista BMC Cardiovascular Disorders ha publicado un trabajo que concluye que los pacientes hospitalizados por causa cardiovascular que presentan, además, alguna complicación respiratoria (como gripe o neumonía) tienen un peor pronóstico, aumentándose un 20% el riesgo de fallecimiento por causa cardiovascular", apostilla.

   Con todo ello, y para mantener nuestra presión arterial a raya, la doctora Martínez Quesada por un lado aconseja el ejercicio físico aeróbico de forma regular, como por ejemplo el caminar una media hora al día, o bien ir en bici, nadar o bailar.

   Igualmente, ve imprescindible el mantenimiento de una dieta sana, baja en grasas, y con poca sal. "No hay que eliminarla de la dieta pero debemos intentar condimentar los platos con otras sustancias que no sean sal. Disponemos de un gran abanico de especias o de vinagre y limón. Debemos evitar también los procesados, y procurar dormir las horas adecuadas, manteniendo nuestros horarios de vigilia y de sueño, e intentar sonreír mucho", sentencia la experta de la Sociedad Española de Cardiología.

   Por su parte, la FEC aconseja mantener una dieta saludable y rica en vitamina D, puesto que su deficiencia aumenta el riesgo de hipertensión y de diabetes, así como controlar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, causantes del incremento del colesterol en sangre y en consecuencia, de la aparición de arteriosclerosis. Evitar los cambios bruscos de temperatura y abrigarse bien en invierno es otro de sus consejos.