MADRID.- La presión arterial es la fuerza (o el impulso) con la que circula la
sangre por las arterias para llegar desde el corazón a todos los
rincones de nuestro cuerpo. Depende de muchos factores y se sabe que con
el frío del invierno ésta aumenta, pero también en muchas otras
situaciones, siendo esto peligroso para nuestra salud. Así lo
explica la doctora María del Mar
Martínez Quesada, vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y
Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC),
quien recuerda que la presión arterial debe ser la suficiente para llegar a todas las partes del cuerpo,
aunque reconoce que cada persona 'funciona' con una, y ésta suele
depender del sistema nervioso autónomo del individuo, así como de sus
hábitos de vida, fundamentalmente.
La también miembro de la
Unidad de Rehabilitación Cardíaca del Hospital Virgen de la Macarena de
Sevilla insiste en que es perjudicial para nuestra salud cuando la
presión arterial sube excesivamente, una patología que se conoce como hipertensión arterial.
Con ella, según describe, aumenta la tensión sobre la pared de las arterias, lo que hace que éstas se dañen e inflamen, dando lugar a la enfermedad ateroesclerótica: "Esta patología hace que las arterias se estrechen, impidiendo así un correcto flujo de la sangre
hacia los órganos y los tejidos de nuestro cuerpo. Esto conduce a la
aparición de eventos cardiovasculares como los ictus o los infartos de
miocardio".
En concreto, la doctora Martínez Quesada menciona que los niveles máximos de presión arterial que debemos tener son 140 milímetros de mercurio o mm Hg la alta, la 'sistólica' (cuando el corazón se contrae), y 90 milímetros de mercurio o mm Hg la baja, la 'diastólica' (cuando el corazón se relaja).
Además, la cardióloga recuerda que la presión arterial no es la misma durante todo el día: por la mañana es más alta, ya que nuestro cuerpo está preparado para estar más activo, mientras que por la noche es más baja.
Sobre si le afecta el frío, la doctora destaca que la incidencia de enfermedad cardiovascular, que implica los accidentes vasculares antes mencionados, aumentan un 20% con el frío, mientras que la enfermedad coronaria un 10%.
"Esto ocurre por una parte porque se produce el estrechamiento de los
vasos de la piel y de las extremidades en respuesta al frío, de forma
que llega menos riego a los órganos no esenciales, porque éste se
preserva para los órganos vitales. Es una regulación local de los vasos.
Se necesita más presión para forzar la sangre a través de las arterias
estrechadas, de forma que aumenta la tensión arterial en general en todo
el cuerpo", explica la experta.
Desde la Fundación Española del Corazón (FEC) señalan también que con
las bajas temperaturas del invierno se activa el sistema nervioso
simpático y aumenta la secreción de las catecolaminas, unas hormonas
responsables del incremento de la frecuencia cardíaca y de la tensión
arterial (y por tanto, del gasto cardiaco).
También señala que
provoca "un cambio en la composición sanguínea, aumentando la
viscosidad, el colesterol y el fibrinógeno en sangre, una proteína
responsable de la formación de coágulos".
Además, la doctora Martínez Quesada subraya que con el frío nuestro organismo necesita más calor y energía, y para contrarrestarlos se incrementa nuestro metabolismo. "Al hacerlo, este sistema nervioso simpático se activa, incrementando aún más la tensión arterial", menciona.
A su vez, la experta resalta que en invierno nuestros hábitos se modifican y por ejemplo, en la época de frío solemos volvernos más sedentarios, una falta de ejercicio que puede favorecer los infartos y los ictus.
Por otra parte, incide en la idea de que comemos peor e incrementamos
nuestra ingesta de grasas, favoreciéndose también ese estrechamiento tan
perjudicial de las arterias.
La
vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de
la Sociedad Española de Cardiología mantiene igualmente que todas las condiciones climáticas le afectan y "mucho" a nuestra presión arterial.
Por ejemplo, dice que no sólo le influyen la temperatura, sino también la humedad y el viento, y estos a su vez acentúan este efecto del frío sobre nuestra presión arterial. "Todos estos efectos se observan con más frecuencia en personas de más de 65 años y son mayores cuanta más edad tengamos. Otro factor agravante es el tabaco,
ya que la nicotina favorece el espasmo de la musculatura de los vasos
sanguíneos y con ello, la respuesta de nuestra tensión al frío es
mayor".
Una falsa creencia, que a juicio de la doctora es necesario
desmitificar, es que con el alcohol sube la temperatura corporal: "Es
falso. Se abren más los vasos de la piel y puede parecer que hay más
calor pero a la larga esto hace que baje más la tensión y la persona
tenga más frío".
Por otro lado, la especialista del Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla resalta que el invierno es una época en la que registramos un mayor número de infecciones respiratorias altas.
"Éstas suponen una inflamación de bajo grado en la sangre y afectan a las arterias.
Así se favorece que haya más infartos e ictus, más accidentes
vasculares. De hecho, los cardiólogos aconsejamos la vacuna antigripal
para los hipertensos o quienes tengan enfermedades del corazón porque
ésta ha demostrado disminuir la incidencia de accidentes
cardiovasculares", agrega.
En este sentido, la FEC pone de relieve que el frío disminuye las defensas del organismo y reduce la capacidad de respuesta ante cualquier complicación.
"La revista BMC Cardiovascular Disorders ha publicado un trabajo que
concluye que los pacientes hospitalizados por causa cardiovascular que
presentan, además, alguna complicación respiratoria (como gripe o
neumonía) tienen un peor pronóstico, aumentándose un 20% el riesgo de
fallecimiento por causa cardiovascular", apostilla.
Con todo ello, y para mantener nuestra presión arterial a raya, la doctora Martínez Quesada por un lado aconseja el ejercicio físico aeróbico de forma regular, como por ejemplo el caminar una media hora al día, o bien ir en bici, nadar o bailar.
Igualmente, ve imprescindible el mantenimiento de una dieta sana, baja en grasas, y con poca sal.
"No hay que eliminarla de la dieta pero debemos intentar condimentar
los platos con otras sustancias que no sean sal. Disponemos de un gran
abanico de especias o de vinagre y limón. Debemos evitar también los
procesados, y procurar dormir las horas adecuadas, manteniendo nuestros
horarios de vigilia y de sueño, e intentar sonreír mucho", sentencia la
experta de la Sociedad Española de Cardiología.
Por su parte,
la FEC aconseja mantener una dieta saludable y rica en vitamina D,
puesto que su deficiencia aumenta el riesgo de hipertensión y de
diabetes, así como controlar el consumo de alimentos ricos en grasas
saturadas, causantes del incremento del colesterol en sangre y en
consecuencia, de la aparición de arteriosclerosis. Evitar los cambios
bruscos de temperatura y abrigarse bien en invierno es otro de sus
consejos.