MADRID.- El cáncer no es un tema agradable de conversación. Basta mencionar la
palabra para que nuestro interlocutor tuerza el gesto y trate de hablar
de otra cosa. Casi todos hemos tenido cerca algún caso y quizá es por
ello que hablamos poco de la enfermedad y desconocemos en buena parte
cómo funciona. Sabemos, en término generales, que se trata de una
mutación de nuestras propias células y de un crecimiento anormal y
descontrolado, pero ¿conocemos cómo se desarrolla y por qué sigue siendo
tan escurridizo y letal?
En los últimos años han mejorado
exponencialmente los tratamientos, se han acelerado los diagnósticos y
en algunos casos se ha reducido de manera notable la mortalidad. Pero el
cáncer sigue siendo un quebradero de cabeza para los científicos. Su
naturaleza mutable y sus “trucos” para pasar desapercibido siguen
haciendo difícil encontrar una manera eficaz de combatirlo. Éstas son
algunas de las claves para entender por qué sigue siendo un desafío:
1. Todo empieza en una célula. Aunque
el cáncer abarca más de un centenar de enfermedades distintas, una de
las características que comparten todas ellas es que su origen está en
una célula que, por decirlo de alguna manera, se “descontrola”. Todos
los cambios que vendrán a continuación proceden de una alteración en
este primer foco (a veces hay varios focos), un desequilibrio en el
ciclo vital de la propia célula causado por una acumulación de pequeñas
mutaciones que la llevan a proliferar sin control, a burlar la “muerte
programada” y a extenderse por el organismo.
2. La célula se salta las normas.
Para entender por qué se produce el cáncer conviene comprender cómo
funciona una célula. En condiciones normales, las células se encuentran
en un estado “quiescente” y no tienen por qué reproducirse. Las células
más viejas se mueren y son sustituidas por otras, pero dentro de unos
parámetros limitados y controlados. Tanto para reproducirse como para
detener la duplicación, las células deben recibir una señal precisa y
poner en marcha un protocolo muy estricto: de no ser así, por ejemplo,
las células se reproducirían constantemente y no "cabrían" en el cuerpo,
o no dejarían de crecer cuando está cicatrizando una herida, por
ejemplo.
Este protocolo tan preciso es lo que se llama el “ciclo
de la célula” y para que funcione debe haber un equilibrio entre los
genes que activan cada fase (
Proto-Oncogenes) y los que frenan el sistema (
Genes Supresores de Tumores).
Si la acumulación de mutaciones cambia uno de estos dos mecanismos, el
sistema se altera y la célula empieza a dividirse sin freno, creando
copias de su genoma dañado y dando lugar a un tumor. Si el tumor es
benigno, los daños y la expansión de las células tumorales serán
limitados; si el tumor es maligno, la proliferación será incontrolada y
se extenderla más allá del propio tejido de origen. Es entonces cuando
estamos hablando propiamente de un cáncer.
3. La célula se convierte en inmortal.
A partir de ese momento, la célula tumoral se ha convertido en una
especie de “forajido” que no respeta las normas del sistema. "El cáncer
en el fondo es una célula avariciosa que decide crecer al máximo sin
respetar al resto, usa y pervierte todos los sistemas de la célula",
explica
Roger Gomis, del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, a
lainformacion.com.
Mientras que las células normales esperan la señal para reproducirse,
las tumorales producen sus propios factores de crecimiento y comienzan a
duplicarse sin control. De la misma forma, las células tumorales
empiezan a ignorar las señales para que dejen de crecer. Acaba de nacer
un monstruo incontrolado que puede sobrevivir indefinidamente mientras
tenga un entorno adecuado y pueda nutrirse.
Pero la otra vía
principal por la que la célula se convierte en “inmortal” es porque
esquiva un mecanismo de defensa de nuestro organismo conocido como
“apoptosis”, o muerte celular programada”. “Todos los días mueren
millones y millones de células en nuestro cuerpo”, nos explica
Alberto Anel, del
Laboratorio de Apoptosis, Inmunidad y Cáncer de la Universidad de Zaragoza, “si no desaparecieran, sería incompatible con la vida”.
De
alguna manera, todas las células de nuestro cuerpo están programadas
para autodestruirse cuando dejan de ser necesarias o sufren algún daño
que las hace peligrosas. Para explicarlo de manera sencilla, se diría
que las células son una especie de samuráis con un código de valores
exageradamente estricto. En cuanto uno de los pasos no coincide con su
libro de instrucciones, estos pequeños samuráis se suicidan y se quitan
de en medio por el bien de la comunidad.
¿Qué ocurre con las
células tumorales? Que esquivan el mecanismo de apoptosis
('sobreexpresando' proteínas que lo inhiben o dejando de expresar
proteínas que lo inducen) y las células dejan de “suicidarse” a pesar de
los fallos. Una vez garantizado que crecen sin control y que no las
detiene la apoptosis, es esta proliferación desmedida la que produce
consecuencias fatales. “Estas células tumorales son además muy
indiferenciadas”, asegura
Alejandro Riquelme,
oncólogo del hospital Ramón y Cajal de Madrid. "Las nuevas células
proliferan y no cumplen su función, y eso es lo que nos mata, porque
ocupan el sitio y espacio de las células que sí cumplen su función".
4. El tumor se organiza para crecer y alimentarse (Angiogénesis).
“Todo tejido necesita oxígeno para vivir”, explica el doctor Riquelme,
“así que, a medida que crece el tumor, necesita nutrirse con nuevos
vasos y estimula su crecimiento mediante un proceso denominado
angiogénesis”.
Este aspecto del tumor resulta inquietante para los profanos en la
materia, pues se diría que busca la manera de aprovisionarse de recursos
para seguir haciendo daño. Y son estas ramificaciones irregulares de
los vasos que abrazan los tejidos son las que le valieron el nombre
cáncer (cangrejo) desde la Antigüedad. En realidad, las células
tumorales se limitan a segregar factores de crecimiento y consiguen
crear unos nuevos vasos que tienen “características especiales”, según
explica Riquelme.
"No son como los vasos sanguíneos normales,
tienen fenestraciones (huecos), tienen un endotelio muy fino, crecen de
forma desordenada…”, explica. “Como estas células se están nutriendo de
unos vasos que son anormales, si consiguiéramos eliminar esos vasos
conseguiríamos eliminar el tumor”. Y de hecho, algunos de los nuevos
tratamientos contra el cáncer son los denominados antiangiogénicos que
siguen esta estrategia.
5. El cáncer engaña al sistema inmunitario. Uno
de los principales factores que impide a nuestro organismo defenderse
de los tumores es que en realidad se trata de células de nuestro propio
cuerpo. “Las células tumorales”, explica
Lucas Sánchez,
investigador del Centro Nacional de Biotecnología, “intentan evadir el
sistema inmune, inhibir la presentación antigénica”, “Los linfocitos no
responden ante nuestras propias células”, explica, “y una célula tumoral
es tuya, los genes son los mismos que los de cualquier otra célula”.
De
alguna manera, los linfocitos funcionan como una policía que va
pidiendo el DNI a las células del organismo, y "cuando detecta a una que
tiene en su interior elementos que provienen del exterior" (virus,
bacterias…) procede a sacarla de la circulación. “Un mecanismo que usan
las células tumorales”, explica Sánchez, “es esconder una proteína
superficial (MHC) para pasar desapercibidas en el sistema inmune”. Ahora
se trabaja en un tratamiento con otro tipo de linfocitos los NK
(Natural Killers) que atacan directamente a los elementos extraños sin
“pedir el DNI” y que, debidamente entrenadas, podrían atacar a los
tumores.
6. Darwinismo del mal (la selección de los más malos). Como alguna vez ha apuntado el prestigioso investigador español
Joan Massagué,
la lucha de las células tumorales contra el aluvión de mecanismos de
autodefensa que tiene nuestro cuerpo termina por seleccionar a las más
aptas, que en este caso son las más dañinas, capaces de sortear toda
clase de obstáculos. “Lo que hace el sistema inmunitario”, explica
Alberto Anel, “es lo mismo que hacen a veces los fármacos, seleccionar a
las peores. Si el fármaco no vence, al final las que sobreviven son las
células tumorales más agresivas". De hecho, si no funciona el
tratamiento que has hecho a un paciente, sucede a veces que crece otra
cepa tumoral peor, lo que se conoce como recidivas.
"Lo que
sucede es que se crean subespecies de poblaciones que se seleccionan por
ser más resistentes", explica Roger Gomis. "Y los más fuertes son mucho
más fuertes que la población anterior". "Al final esto es Darwin"
concluye, "es la evolución aplicada a un cuerpo extraño que dentro de
nuestro organismo nos hace daño".
7. El cáncer aprovecha el sistema en su favor. Otro
de los inconvenientes a la hora de combatir los tumores es que estos
utilizan elementos del propio sistema de control en su propio beneficio.
"El cáncer no inventa nada", nos explica Roger Gomis, "aprovecha
sistemas presentes en las células y aprende a usarlos en su beneficio".
Hace dos años, en un estudio conjunto con Joan Massagué, él y su equipo
descubrieron que las células tumorales del pulmón son capaces de
"pervertir" una molécula (
TGFß) -
que suele eliminar los tumores - para facilitar la metástasis. "Actúa
favoreciendo la metástasis", dice Gomis, "les dice a las células de los
capilares "abríos" y de esta forma puede extenderse a otros sitios".
Pero
no es el único mecanismo de aprovechamiento del sistema. En ocasiones
los tumores buscan maneras de evitar que las células inmunológicas
puedan actuar contra ellos. En algunos casos alteran a los macrófagos y
los transforman en otras entidades que les facilitan aún más el proceso
de migración. "Se cogen del bracito de los macrófagos", resume Gomis,
"que tienen facilidad para atravesar los vasos, y aprovechan esta
capacidad para extenderse por otras zonas".
8. El tumor quiere expandirse (metástasis). La
causa de muerte del 90% de los pacientes de cáncer es la tristemente
conocida metástasis. En realidad no es más que el siniestro viaje de una
célula tumoral a lo largo del organismo, por el circuito sanguíneo o
linfático, hasta instalarse en un nuevo órgano. “Una célula tumoral sale
del pulmón, por ejemplo, está dando vueltas por ahí tres o cuatro
latidos y se instala en algún otro órgano”, explica Lucas Sánchez. El
proceso puede durar desde unos meses hasta varios años dependiendo del
origen del tumor original y de su agresividad, y provoca en España la
muerte de casi 95.000 personas cada año para un total de unos 160.000
casos nuevos diagnosticados en el mismo periodo, según datos del Centro
Nacional de Epidemiología
publicados por El País.
"El
problema de la metástasis", explica Roger Gomis, "es que, a diferencia
del tumor primario, normalmente afectan a órganos vitales. El 90% de los
tumores no afectan a órganos vitales, el ejemplo más claro es el
melanoma: una peca más o una menos no es ningún problema, el problema es
que esas células de melanoma accedan al cerebro".
¿A qué
velocidad se expande y desarrollan estas células tumorales viajeras? No
se sabe con certeza y hay células que "esperan" durante años antes de
dar señales de vida. "Lo que es verdad es que las células en circulación
mueren en una gran mayoría porque las presiones físicas y mecánicas que
reciben las matan". "Si coges un ratón", ejemplifica, "y le inyectas un
millón de células (y las pone por ejemplo de color azul) a las 24 horas
no ves nada. Y tienen que pasar días, semanas o meses para que pueda
ver una lesión metastática, porque al final sólo una crecerá. Esto lo
que hace es que el proceso de metástasis sea muy ineficiente, pero
cuando una célula lo consigue, es letal".
9. La enfermedad de las mil caras.
Otro de los aspectos que convierten al cáncer en un enemigo esquivo es
la cantidad de vías por las que se produce el crecimiento celular. "Cada
vez que encontramos una vía que inhiba la manera de crecer de un tumor
en concreto", explica Riquelme, "el tumor se escapa por otra vía". Las
formas en que se desarrolla la enfermedad muta de manera permanente y
por mil caminos. “En un cáncer de pulmón, por ejemplo, tenemos un
tratamiento frente a un factor de crecimiento, la célula termina por
hacerse resistente a ese fármaco porque hay una mutación nueva y debemos
crear entonces un medicamento que inhiba esa mutación: y cada tumor
tiene cientos de nuevas vías”.
Por esto mismo, cada cáncer es muy
diferente de los demás, y hay que tratarlo de una manera distinta. Pero
no es solo que el cáncer de pulmón sea distinto del de páncreas, sino
que el propio cáncer de pulmón se desarrolla de formas muy variadas y en
cada paciente tiene unas características particulares. "Cada cáncer es
un mundo", asegura Gomis, "e incluso la metástasis de un paciente es
distinta del tumor primario". “Cada caso responde de una manera
distinta”, añade Alberto Anel, “en un paciente el tratamiento se cura y
en otro al final acaba en una recidiva”. “Ahora es cuando se está
sabiendo que cada paciente necesita un tratamiento”, nos cuenta el
doctor Riquelme, “ahora estamos tratando el tumor determinado de cada
paciente según la ficha genética concreta”.
10. Tratable pero no erradicable.
Con todo lo que sabemos ya sobre el cáncer, tenemos claro que hay una
serie de causas externas (el tabaco, las radiaciones…) que pueden
evitarse y que algunas manifestaciones específicas podrán atajarse antes
de que sea tarde. Los especialistas confían en conseguir convertirlo
algún día en una enfermedad crónica, pero la eliminación total es
imposible puesto que forma parte del propio funcionamiento de nuestras
células. “Cada vez que nuestra célula se divide tiene que copiar una
cadena de 3.000 millones de unidades”, explicaba Mariano Barbacid en una
vieja entrevista con
Muy Interesante.
“No podemos evitar que se produzcan errores en la replicación de DNA…
Se trata de errores en nuestro propio genoma, es intrínseco al ser
vivo”.
10 +1. Una conclusión esperanzadora. Casi
todos los especialistas consultados para realizar este artículo
coinciden en que cuanto más sabes de cómo funciona el cáncer, más
intrincado y terrible parece su mecanismo. “Cuanto más sabes, más miedo
tienes”, reconoce el oncólogo Alejandro Riquelme, “y además nadie puede
decir que comprenda perfectamente cómo se comporta la enfermedad”. En
cualquier caso, apunta, hay muchísimos motivos para la esperanza: han
mejorado los diagnósticos, los tratamientos, está aumentando la tasa de
supervivencia de muchos de los tumores más terribles… "Cada vez hay más
gente que sale adelante", dice Roger Gomis. "Hay que ser mucho más
optimista de lo que se era hace diez o veinte años"
Cuando pensamos en recuperación, a mucha gente le viene a la cabeza el caso del ciclista
Lance Armstrong,
que es un buen ejemplo de cómo ha mejorado el tratamiento de la
enfermedad de manera exponencial, según Riquelme. “Armstrong tenía un
seminoma (cáncer de testículos), que hace unos años mataba a mucha
gente”, recuerda. “A principios de los 80 se consiguieron remisiones
completas incluso con metástasis pulmonar porque es un tumor que
responde muy bien a la quimioterapia. De tener una mortalidad altísima,
pasamos a una supervivencia que ronda o supera el 90% de los casos. Y
todo esto en muy pocos años”.