La artrosis, la enfermedad articular más
frecuente en España, es un proceso crónico consistente en el desgaste
progresivo del cartílago; esta enfermedad, que provoca dolor, rigidez e
incapacidad funcional, en contra de lo que se piensa no es exclusiva de
la vejez, cualquiera puede padecerla, y, al tratarse de un problema en
el cartílago puede afectar a cualquier articulación; de estos factores, y
de otros, dependerá la elección del mejor tratamiento.
Actualmente son dos los grupos terapéuticos que dominan el
tratamiento, por un lado aquellos fármacos que básicamente reducen el
dolor (analgésicos y antiinflamatorios), y que son los más indicados, y,
por otro lado, los que retrasan la progresión y también eliminan dolor
(condroprotectores), que podrían convertirse en el tratamiento base.
Las innumerables variables con que cursa la enfermedad hacen que
"cada paciente sea diferente y se presente además una idiosincrasia a
considerar a la hora de establecer determinados tratamientos", explica
el doctor Sergio Giménez, coordinador del Grupo de Trabajo de Aparato
Locomotor de Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria
(SEMERGEN), quien destaca la edad y la comorbilidad como las que agravan
la mala calidad de vida del paciente.
"No hay que olvidar que es una enfermedad incapacitante e
invalidante y donde el dolor es el principal síntoma", de ahí que sea
tan importante acertar con el tratamiento. Para ello señala que se debe partir bajo la premisa de que "se está tratando una
enfermedad grave, inflamatoria y crónica".
"Partiendo de esas premisas hay que considerar un tratamiento de
larga duración que quite el dolor y que baje la inflamación. Por tanto,
el tratamiento ha de ser lo suficientemente inocuo y seguro que permita
ser administrado durante largo tiempo. Es importante también intentar el
que la enfermedad no siga progresando", advierte.
La artrosis no se cura pero se puede controlar su evolución
siempre que el paciente y el médico colaboren, por un lado acertando con
el tratamiento y, por otro, como recuerda Giménez, inculcando unos
hábitos de vida saludable.
"Corrigiendo los hábitos nocivos y prescribiendo ejercicio,
deberíamos adaptar la medicación al paciente; hablamos de tratamiento
individualizado, atendiendo a las patologías concomitantes", añade.
Hasta hace relativamente poco tiempo los tratamientos se centraban
sobre todo en el dolor, tras conocerse que la artrosis no es una
enfermedad terminal de la articulación los tratamientos han ido
enfocados a prevenir o reducir su progresión, además de eliminar el
dolor.
La artrosis afecta al paciente de forma distinta, de manera que no
hay un patrón general de evolución, así en algunos pacientes los
síntomas de inicio serán más graves que en otros donde, teniendo la
misma articulación afectada, se desarrolla la enfermedad de un modo más
lento. Por otra parte, hay que tener en cuenta las crisis en las que
progresa la enfermedad, que se producen de un modo intermitente e
imprevisible por lo que ni el paciente ni el médico pueden bajar la
guardia.
A la hora de establecer un tratamiento, además de tenerse en
cuenta la edad, el estado físico o el sobrepeso y obesidad, el médico
debe ser consciente de que la mayoría de los enfermos tiene alguna otra
enfermedad asociada -- hipertensión arterial (57%), diabetes (19%),
cardiopatías (10%), además lo normal es que no haya una sola
articulación afectada.
En España un 70% de los enfermos recibía analgésicos y, en la
misma proporción, se prescribía antiinflamatorios no esteroideos (AINE);
además el 43% tomaba ambos; mientras, menos del 15% toma algún fármaco
Sysadoa, destacando el condroitín sulfato y el sulfato de glucosamina.
Finalmente, algo más del 60% de los encuestados recibía algún fármaco
gastroprotector para evitar los daños de los AINE.
Los AINE son uno de los tratamientos más utilizados en artrosis,
particularmente en los estadios iniciales de la enfermedad, el problema
son sus efectos adversos y que, en muchas ocasiones, "son tomados sin
control", explica Giménez, quien apoya el uso de condroprotectores que
"ya no son nuevos y han demostrado su eficacia y eficiencia en pacientes
con artrosis".
"Son fármacos muy seguros", añade, al tiempo que explica que
actualmente están indicados en largos tratamientos, ya que permiten
períodos de descanso cada tres meses, en pacientes con alta comorbilidad
que es lo corriente en estos pacientes, que no puedan tomar AINE o bien
que estén polimedicados.
De la misma opinión es el jefe de Servicio de la Unidad de
Farmacología Clínica del Hospital Universitario de Alicante, el doctor
José Francisco Horga, quien va más allá al destacar que debería
considerarse esté fármaco como tratamiento de base, y, por tanto, cree
que una amplía población tratada con AINE podría disponer de un mejor
tratamiento, evitando sus efectos secundarios.
"Sobre todo en aquellos pacientes a los que se les recomiendan
pautas cortas a dosis bajas de analgésicos o antiinflamatorios y no son
paces de ayudarles a mejorar su calidad de vida", advierte este experto,
que también es Catedrático de Farmacología Clínica de la Universidad
Miguel Hernández, de Elche.
A la hora de decidir qué tratamiento usar, Horga explica que los
médicos suelen seguir las guías de recomendación de las sociedades
internacionales o nacionales. A veces éstas no son suficientemente
ágiles a la hora de incorporar los avances generados por los grupos de
investigación en la eficacia y la seguridad de los medicamentos.
Esto ha hecho que se haya tardado más de lo deseado en llegar a
las recomendaciones actuales que normalizan el uso de los Sysadoa como
tratamiento de base, una vez que éstos han demostrado, pese a no ser ese
su efecto directo, "tener un importante efecto analgésico", además de
frenar el deterioro estructural articular y tener efectos adversos
"prácticamente nulos".
"Es interesante ver que en todos los metanálisis, el sulfato de
condroitina es el único fármaco que tiene entre dos y tres veces más
capacidad analgésica que los analgésico", además "es probablemente uno
de los pocos recursos que tenemos para evitar la progresión de la
artrosis".
Precisamente, en España el Ministerio de Sanidad, en colaboración
con la Organización Médica Colegial, ha editado una guía donde se
incorporan entre las recomendaciones un uso más general de los Sysadoa.
Entonces, la cuestión es saber por qué no se prescribe más si todo lleva
a pensar que estarían igualmente indicados en artrosis de inicio o
pacientes jóvenes.
A su juicio, "hay que dar un poco de tiempo", ya que no hay nuevos
fármacos en el horizonte cercano contra la artrosis, y todos los
ensayos que se están realizando van encaminados a demostrar su eficacia
mediante nuevas técnicas de evaluación; además "tanto desde el punto de
vista fármaco-económico, como desde el punto de vista de seguridad
estamos empezando a mirar con ojos muy críticos los AINE", afirma.
Y destaca que lo ideal sería utilizarlos como "terapia preventiva
a largo plazo"; a su favor, además de los beneficios terapéuticos,
supondría un ahorro de los gastos derivados de los efectos adversos de
los AINE, sobre todo en pacientes con comorbilidades.
En definitiva, "estamos en un momento crítico en el que no falta
nada para que sea aceptado en términos generales"; lamentablemente,
explica, no le frena la investigación que apoya su uso, sino el hecho de
no ser regulados como productos éticos farmacéuticos por la Agencia
Norteamericana del Medicamento (FDA) y el Instituto Nacional para la
Salud de Reino Unido (NICE).
Tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido estos productos
sólo están disponibles como suplementos alimenticios, que no han
demostrado una bioequivalencia clínica con el condroitín sulfato de
grado farmacéutico.