martes, 22 de noviembre de 2011

Investigan cómo la meditación beneficia al cerebro

  
Los meditadores experimentados parecen ser capaces de modificar áreas del cerebro asociadas con el 'soñar despierto', así como con trastornos psiquiátricos como el autismo y la esquizofrenia, según un estudio de imágenes cerebrales llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos.

   La capacidad de la meditación para ayudar a las personas a concentrarse en el momento ha sido asociada a un aumento en los niveles de la felicidad, explica Judson A. Brewer, profesor de psiquiatría y autor principal del estudio, que ha sido publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS). "La meditación ha demostrado ser de ayuda en circunstancias como el tabaquismo, lidiar con el cáncer, e incluso la prevención de la psoriasis", afirma Brewer.
   El equipo de Yale realizó resonancias magnéticas funcionales a meditadores experimentados y novatos mientras éstos practicaban tres técnicas de meditación diferentes.
   Los investigadores observaron que los meditadores experimentados mostraban una disminución de la actividad en áreas del cerebro --llamadas red de modo predeterminado-- implicadas en los lapsos de atención y en trastornos como el déficit de atención, la ansiedad, el trastorno de hiperactividad, e incluso la acumulación de placas de beta-amiloide en la enfermedad de Alzheimer.
   La disminución de la actividad en esta zona cerebral, que abarca la corteza cingulada posterior y la prefrontal medial, se observó en los meditadores experimentados, independientemente del tipo de meditación que siguieran.
   El análisis también demostró que cuando la red de modo predeterminado se activaba, las regiones del cerebro asociadas con el auto-monitoreo y el control cognitivo también se activaban en los meditadores experimentados, pero no en los novatos; esto puede indicar que los meditadores están en constante vigilancia, suprimiendo la aparición del "yo" o divagaciones de la mente. En sus formas patológicas, estos estados están asociados con enfermedades como el autismo y la esquizofrenia.

El consumo de carne de animales salvajes permite obtener importantes micronutrientes

El consumo de carne de animales salvajes permite obtener importantes micronutrientes, sobre todo entre los niños, según se desprende de las conclusiones de un estudio llevado a cabo por el doctor Christopher Golden, de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

   El estudio de Golde, publicado esta semana en 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS), se realizó a lo largo de un año en el noreste de Madagascar, donde la pérdida del acceso a carne de animales salvajes ha provocado un aumento del 30 por ciento en la desnutrición de niños menores de 12 años.
   "Esta investigación pone de relieve la tensión entre las políticas de conservación, la salud humana y los medios de subsistencia", afirma Golden. "La zona donde se realizó el estudio es un área extremadamente pobre --Madagascar está a menudo entre los diez países más pobres del mundo--, donde la gente come carne de una a cuatro veces al año, y pollo una vez al mes. Por lo tanto, los alimentos salvajes a los que tienen acceso son de enorme importancia, porque su carne les proporciona nutrientes que no pueden conseguir de otras formas", ha explicado.
   Según Golden, el estudio analiza "la forma en que la biodiversidad impacta en la salud humana" por lo que, a su juicio, "la conservación es un proceso poderoso y positivo que, sin el cual es muy probable que estos animales fueran explotados de forma insostenible".
   El experto recuerda que la anemia es la forma más frecuente de malnutrición. Así, a nivel mundial, casi 2.000 millones de personas sufren de deficiencia de hierro, un tipo de anemia que causa bajos niveles de hemoglobina, la proteína que ayuda a transportar el oxígeno por todo el cuerpo. Los niveles de hemoglobina se han relacionado con problemas en el desarrollo cognitivo, el aumento de la mortalidad materna y el retraso mental.
   Para analizar la repercusión del consumo de carne de animales salvajes en los niveles de hemoglobina, Golden diseñó un estudio que siguió de cerca la dieta de los niños en un área concreta de Madagascar. Durante más de un año, los investigadores tomaron muestras mensuales de sangre de niños menores de 12 años para medir sus niveles de hemoglobina; durante el mismo período de tiempo, las dietas de los niños fueron registradas y medidas con precisión.
   "Cada trozo de pescado, cada trozo de carne, fue pesado antes de entrar en la olla", explica Golden, "con el fin de examinar la relación causal entre el cambio de la biodiversidad y la salud humana. Debido a este estudio longitudinal, hemos sido capaces de desentrañar el verdadero efecto de la carne de animales salvajes en los niveles de hemoglobina", relata.
   Así, Golden y sus colaboradores fueron capaces de modelar los efectos en la salud de la falta de acceso a la carne de animales salvajes, que provocó un incremento absoluto del 12 por ciento de la anemia y un aumento relativo del 30 por ciento.
   Los resultados sugieren que el objetivo no debe consistir en permitir la caza sin restricciones o aplicar medidas de conservación estrictamente controladas, sino un punto medio, donde los esfuerzos de conservación permitan a las comunidades mantener su dieta, o mediante la creación de un sistema que permita reducir la caza a favor de la cría de animales domésticos.

Los bebés que comen pescado antes de los nueve meses sufren menos sibilancia en edad prescolar


   Los niños que comienzan a tomar pescado antes de cumplir los nueve meses tienen menos posibilidades de padecer sibilancia en edad preescolar. Por el contrario, afrontan un mayor riesgo aquellos tratados con antibióticos en su primera semana de vida o si su madre tomó paracetamol durante el embarazo, según un estudio sueco publicado en 'Acta Paediatrica'.

   Los investigadores han analizado a 4.717 familias, elegidas de forma aleatoria, cuando su hijo tenía seis meses, doce meses y cuatro años y medio.
   "La sibilancia crónica es un problema clínico muy común en los niños de edad preescolar y es necesario un mejor tratamiento y una mejor comprensión de los mecanismos subyacentes", ha dicho la autora del estudio, la doctora Emma Goksor, del Hospital Infantil Queen Silvia (Universidad de Gotheburg, Suecia). "El objetivo de nuestro estudio ha sido identificar, tanto los factores de riesgo más importantes, como los factores que protegen de la enfermedad", ha añadido.
   "Nuestro análisis demográfico sugiere que las respuestas que hemos recibido son representativas de toda la población y creemos que nuestros descubrimientos ofrecen información útil sobre tres factores importantes relacionados con la sibilancia en edad preescolar", ha explicado la doctora.
   La investigación ha examinado a niños que habían tenido tres o más episodios de dificultad respiratoria durante el año anterior, incluyendo aquellos que usaban y que no usaban medicación para el asma, y los compararon con aquellos niños que no sufrían la enfermedad.
   La muestra se desglosó más tarde en niños que solo desarrollaron sibilancia viral episódica cuando sufrieron resfriados y en aquellos que padecieron la enfermedad cuando no los sufrieron, pues se debía a otros factores como la alergia, el humo del tabaco o el ejercicio.
   Las conclusiones fundamentales a las que han llegado los investigadores son que uno de cada cinco niños había padecido, al menos, un episodio de sibilancia, y uno de 20 las había sufrido tres o más veces durante el año anterior.  De estos últimos, tres cuartos usaban medicación para el asma y solo la mitad estaban diagnosticados.
   El 57 por ciento de los niños con este problema tuvieron episodios intermitentes de sibilancia viral y en el 43 por ciento, la enfermedad reaccionó a otros factores.
   Comer pescado antes de cumplir los nueve meses de edad reduce casi a la mitad la probabilidad de sufrir sibilancia crónica a los cuatro años y medio. El tipo más ingerido por los niños estudiados ha sido el pescado blanco, seguido por el salmón y el lenguado.
   Los autores de la investigación ya había informado que el pescado, del cual se cree que contiene propiedades que reducen los riesgos de alergia, es beneficioso, tanto en el eczema infantil, como en la rinitis alérgica en edad preescolar. Otro estudio ha indicado su ayuda a prevenir el desarrollo de asma.
   Sin embargo, el estudio ha demostrado que aquellos niños que han sido tratados con antibióticos en su primera semana de vida tienen el doble de riesgo de sufrir sibilancia crónica a los cuatro años y medio. Sólo el 3,6 por ciento de los niños que no la padecieron habían recibido antibióticos, en comparación con el 10,7 por ciento de aquellos que sí tuvieron episodios de sibilancia y que sí los recibieron.
   Cuando la muestra se desglosó en subgrupos, el riesgo aumentó en los niños que sufrieron sibilancia por varios factores, mientras que el riesgo de padecer sibilancia viral episódica no se incrementó apenas.
   Menos de un tercio de las madres, un 28,4 por ciento, tomaron medicación durante el embarazo. El 7,7 por ciento tomaron paracetamol junto con otros medicamentos y el 5,3 por ciento solo tomaron paracetamol. Tomar paracetamol durante el embarazo incrementa el riesgo de que el niño sufra sibilancia un 60 por ciento. El efecto se hizo más evidente en los casos de sibilancia debidos a múltiples factores.
   "Nuestros descubrimientos demuestran, claramente, que, mientras el pescado protege frente al desarrollo de la sibilancia en edad preescolar, los niños que habían tomado antibióticos en su primera semana y aquellos cuyas madres tomaron paracetamol durante el embarazo muestran un mayor riesgo de padecerla", ha concluido la doctora.

La dieta mediterránea podría aumentar las posibilidades de lograr un embarazo

Investigadores del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública y el Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra aseguran que la dieta mediterránea podría aumentar las posibilidades de lograr un embarazo, según los datos de un estudio que publica la revista 'Fertility and Sterility'.

   El trabajo está coordinado por Jokin de Irala, catedrático de Medicina Preventiva, y se ha realizado con una muestra de 2.000 mujeres de entre 20 y 45 años, en quienes se observó que aquellas que más se adherían a un patrón de dieta mediterránea tenían menos dificultades para lograr un embarazo.
   Las voluntarias seguían dos patrones de dieta fundamentales: un patrón más occidentalizado y un patrón mediterráneo. "El primero se caracterizó por un alto consumo de carnes rojas, comida rápida, lácteos enteros, repostería industrial, patatas, huevos, cereales refinados, salsas, comidas procesadas y refrescos azucarados", explica una de las investigadoras del proyecto, Estefanía Toledo.
   Por el contrario, "el patrón de dieta mediterráneo incluía un alto consumo de aceite de oliva, verduras, pescados, frutas y carne de ave en lugar de carnes rojas, así como mayor consumo de lácteos bajos en grasa", subraya.
   En función de estos dos modelos, y tras realizar el seguimiento de las voluntarias durante una media de seis años y medio, los especialistas identificaron que las mujeres con mayor adhesión al patrón mediterráneo habían presentado una probabilidad un 44 por ciento menor de consultar al médico por tener dificultades para quedarse embarazadas.
   En España la infertilidad es un problema que afecta al 10 por ciento de las parejas, según señalan los expertos. "Entre sus causas, que pueden ser tanto masculinas como femeninas, destacan los trastornos ovulatorios, la endometriosis, alteraciones en las trompas, en el cuerpo uterino o cérvix, trastornos en el esperma e incluso factores psicológicos", señala Estefanía Toledo.
   Asimismo, puede afectar a la fertilidad el estilo de vida, el consumo de tabaco, alcohol o cafeína, la actividad física, etcétera. Por ello los especialistas aconsejan acudir al médico cuando la pareja tarde más de 12 meses en lograr el embarazo.
   Este trabajo se enmarca dentro del proyecto Seguimiento Universidad de Navarra (SUN), dirigido por el catedrático de Medicina Preventiva Miguel Ángel Martínez-González, que cuenta con una cohorte de más de 21.000 graduados universitarios procedentes de toda España. Sus estudios comenzaron en 1999 y cuentan con la financiación del Instituto de Salud Carlos III.

Desarrollan los primeros biomarcadores para el diagnóstico precoz de daño cerebral en niños

El Hospital Clínic de Barcelona ha desarrollado los primeros biomarcadores de imagen para el diagnóstico precoz de daño cerebral en niños, que se producen en entre un 10% y 12% de los bebés, de los que se calcula que cerca de la mitad sufrirán trastornos de aprendizaje en el futuro.

   Así lo han anunciado el jefe de Servicio de Medicina Maternofetal del Clínic y jefe del grupo de investigación de Medicina Fetal y Perinital del Idibaps, Eduard Gratacós, y el director de Ciencia, Investigación y Medio Ambiente de la Obra Social La Caixa, Enric Banda, que ha financiado el proyecto de investigación con 1,2 millones de euros.
   El avance es especialmente significativo puesto que constata que se pueden demostrar problemas cerebrales, que permiten aplicar estrategias preventivas para evitar problemas de desarrollo futuros, en la senda de la medicina preventiva y personalizada, ha señalado Gratacós.
   Los biomarcadores que inducen el daño cerebral se consiguen mediante una resonancia magnética a los bebés de un año con el objetivo de estudiar el "cableado cerebral de los niños" --sustancia blanca neuronal del cerebro-- y, posteriormente, realizar un análisis complejo y detallado a cargo de biólogos e ingenieros quienes identifican la existencia de alteraciones, ha reseñado el pediatra.
   Mediante la aplicación de la teoría de redes complejas, los expertos analizan qué áreas del cerebro presentan anomalías y son capaces de predecir en un 94% de los casos qué niños tendrán un test anormal en dos años.
   Esta prueba, que podría ser una realidad clínica en cuatro o cinco años, se dirige solo a bebés prematuros extremos --el 10% de los nacidos son prematuros y un 1% son extremos-- y a bebés con problemas de crecimiento en el seno materno --lo que sucede en el 7% de los casos--.
   Dos terceras partes de los defectos cerebrales se producen en el seno materno, ha explicado Gratacós, quien ha explicitado que este análisis es pionero en el mundo en su aplicación a niños, por la especial dificultad que supone el hecho de que los bebés tienen una cantidad menor de sustancia blanca y de grasa.
   A la espera de lograr fármacos para tratar este daño, lo que se estima que puede suceder en 20 años, actualmente son posibles terapias de estimulación precoz dirigida para corregir este problema en los dos primeros años de vida, que es cuando se sucede la principal formación del cerebro.
   Es posible y adecuado actuar en ese preciso momento, ha garantizado Gratacós, convencido de que el avance, presentado en congresos mundiales, podría ser una realidad en la práctica clínica en cinco años, tras el análisis de 1.000 niños de cerca de un año.
   El equipo de Gratacós demostró anteriormente que este grupo de niños con daño cerebral podían sufrir problemas de desarrollo en el futuro, y ahora se ha felicitado de la consecución de biomarcadores para identificar personalmente qué niños adolecen de estos problemas, para precisamente aportar una solución y prevenir las consecuencias futuras, entre las que se cuentan fracaso escolar en la modalidad leve del daño.
   El citado problemas es "invisible" en los primeros años de vida, y cuando se pone en evidencia --generalmente a los 6-7 años-- tiene una difícil solución.