La artrosis es la enfermedad reumática más frecuente en España, donde afecta a más de siete millones de ciudadanos y motiva una de cada siete visitas al médico de familia, según asegura el doctor Alejandro Tejedor, coordinador del Grupo de Reumatología de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) con motivo de la jornada 'Artrosis: necesidad de nuevos enfoques terapéuticos', que se celebra mañana en Madrid.
"Todo esto supone una gran limitación para la vida cotidiana del paciente. Incluso, en los casos más graves puede llegar a causar incapacidad temporal y hasta permanente", explica este experto, quien recuerda que se trata de una dolencia que puede aparecer en jóvenes como consecuencia de traumatismos o problemas congénitos que afecten a la articulación.
Además, se prevé que en los próximos años se pueda duplicar el número de personas que padecen esta patología, y que en año 2020 se convierta en la cuarta causa de discapacidad debido al incremento de la esperanza de vida y al progresivo envejecimiento de la población.
Aunque la artrosis es una enfermedad que hasta el momento no tiene cura, con un buen tratamiento se pueden obtener grandes beneficios, permitiéndoles a los pacientes llevar una vida prácticamente normal.
Por este motivo, aboga por que la comunicación entre el médico de Atención Primaria y el reumatólogo es fundamental para el diagnóstico definitivo y el establecimiento de las líneas de tratamiento adecuadas a cada paciente, ya que se estima que la mitad de las personas con síntomas de artrosis necesitará tratamiento farmacológico.
"Como médicos de familia tenemos una posición privilegiada a la hora de conocer al paciente con enfermedades reumáticas, así como para atenderlo en su entorno", según asegura.
Su diagnóstico está basado en criterios clínicos apoyándose en técnicas de imagen como la radiología, la ecografía o la resonancia, "lo que supone un retraso en identificar la enfermedad ya que puede llevar años de desarrollo a nivel molecular y metabólico cuando la detectamos", explica el doctor Tejedor.
Para evitarlo, ya se está trabajando en identificar marcadores biológicos que permitan lograr un diagnóstico precoz, al mismo tiempo que establecer un mejor pronóstico y evaluación de las medidas terapéuticas aplicadas.
Una vez diagnosticado, se dispone de medidas farmacológicas y no farmacológicas que permiten el control de la enfermedad e intentan retardar su evolución.
Entre las terapias farmacológicas hay distintas categorías de tratamientos: aquellos que alivian los síntomas, como son los analgésicos, los antiinflamatorios no esteroideos en pastillas o en cremas, los opiodies mayores y menores, así como los condroprotectores, fármacos de origen natural que reducen el dolor e intentan ralentizar el proceso degenerativo de las articulaciones.
En última instancia, los pacientes con artrosis severa, en los que no se consigue aliviar el dolor con las terapias actualmente disponibles, se pueden ver obligados finalmente a someterse a una cirugía reparadora o de reemplazo (prótesis articulares) para evitar el dolor y restaurar la función articular.
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