lunes, 23 de enero de 2012

La discapacidad intelectual también favorece diversos problemas físicos y de salud

Investigadores de la Universidad de Salamanca han descubierto que existe una relación entre la discapacidad intelectual y diversos problemas físicos y de salud, como una menor masa ósea o una mayor predisposición a sufrir síndrome metabólico, que puede desembocar en diabetes, obesidad o algunas enfermedades cardiovasculares. 

   Después de fomentar la actividad física con un grupo de personas con discapacidad intelectual durante dos años para disminuir su dependencia y su sedentarismo, el objetivo de este estudio era medir si son factores que incrementan el riesgo de sufrir obesidad y osteoporosis o si, por el contrario, estos problemas están asociados a la propia discapacidad intelectual.
   Para ello, en una primera parte de la investigación, ya culminada, se analizó la relación entre la discapacidad intelectual, la independencia funcional y la masa ósea.
   "Nos dimos cuenta de que estas personas presentan una masa ósea inferior y no sabíamos si era algo inherente a ellos o si se debía a que se mueven menos y tenían una independencia funcional menor", según ha explicado a la Agencia de Noticias para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología (DiCYT) el profesor José Ignacio Calvo Arenillas, de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad de Salamanca.
   La investigación comparó a 77 personas sin discapacidad intelectual y 156 con ella y las diferencias se hicieron evidentes. "Nos dimos cuenta de que eran más obesas, tenían menos actividad y menos independencia funcional", afirma.
   Uno de los datos más llamativos es que "hay una relación muy directa entre el grado de discapacidad intelectual y la densidad mineral ósea y a veces esto es independiente de la actividad física que hagan".
   "Quizá está relacionado con una menor producción en estas personas de factores de crecimiento y no se trate sólo de que su forma de pensar sea diferente, sino de que esto se relacione con problemas de orden molecular y bioquímico", comenta el investigador, en declaraciones recogidas por Europa Press.
   Pese a que también existe una influencia social y cultural que las puede hacer más sedentarias y obesas, los problemas de salud de las personas con discapacidad no se explican sólo por estos factores.
   De hecho, en otro tipo de estudios se han comprobado otras relaciones curiosas en el mismo sentido. Por ejemplo, explica Calvo, "si se aumenta la actividad física, mejora la memoria". "Aunque parece que son aspectos que no tienen nada que ver, estamos generando factores de crecimiento [un tipo de sustancias], que al entrar en el torrente sanguíneo también podrían estimular las conexiones neuronales", añade.
   En los últimos años se ha apostado por la integración de los discapacitados intelectuales, al demostrarse que esa "diversidad funcional", como se viene denominando en la actualidad, no influía en su capacidad de prestar una fuerza de trabajo a cambio de un salario, como hacen otras personas.
   Así, la nueva definición de discapacidad intelectual cambió la concepción que se tenía de estas personas y se las incorporó al trabajo, de manera que han experimentado un aumento de la calidad de vida, lo que ha propiciado que tengan los mismos problemas de salud que el resto de la población.
   En el primer estudio sobre estas cuestiones que se realizó en Asprosub (Zamora), aunque en esta línea han colaborado centros salmantinos como Asprodes, los científicos instruyeron al personal responsable para que las personas con discapacidad intelectual realizaran más actividad física y se reforzara su independencia funcional o su alimentación.
   Ahora, reconoce este experto, el objetivo es "ver si estos cambios conllevan algún tipo de incidencia sobre la obesidad, la masa ósea y la independencia funcional".

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