MADRID.- La uña está constituida por una lámina de queratina dura que ejerce de barrera mecánica protegiendo la zona distal de los dedos. Actúa como un dispositivo para la defensa y el agarre, para mejor destreza, y para la recepción sensorial del pulpejo de los dedos, además de tener una función estética.
No obstante, al mordernos las uñas las dañamos, siendo en algunas personas un trastorno de años. Morderse las uñas u ‘onicofagia’ es un hábito compulsivo, más frecuente en niños que en adultos, y puede ser familiar.
“Puede ocurrir en situaciones de excitación, de ansiedad, de estrés, o en estados de aburrimiento o inactividad. Algunos lo consideran que es un signo que acompaña a un problema psicológico o psiquiátrico, que forma parte de los trastornos obsesivos compulsivos (TOC)”, explica en una entrevista con Infosalus la doctora Lourdes Navarro, especialista de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Así, esta experta de la European Nail Society subraya que la onicofagia puede producir numerosos trastornos tanto a nivel local, en la uña, como a distancia. A nivel de la uña dice que se causan cambios en su morfología, las uñas se hacen más pequeñas, se acortan, e incluso adoptan un aspecto puntiagudo distal, en relación al rectangular habitual.
Además, la dermatóloga sostiene que la superficie de la uña se vuelve rugosa, se descama con facilidad y se hace más fina. “En ocasiones hay una alteración en el color, se ven zonas pigmentadas e incluso aparecen unas lesiones lineales hemorrágicas debido a traumatismo de repetición por mordérselas”, agrega.
Por otro lado, indica que la piel que rodea a la uña se puede inflamar, ponerse roja y edematosa o hinchada, y secundariamente infectarse por bacterias, hongos y virus. A su vez, la onicofagia persistente puede causar un cambio en la morfología de los dedos, estos se vuelven más afilados y, aunque menos habitual, la doctora Navarro mantiene que puede aparecer osteomielitis de la falange distal del dedo de la mano (infección).
Las alteraciones a distancia son raras, según añade la también miembro de la Academia Europea de Dermatología, como la reabsorción de la raíz del diente debido a la fuerza del mordisqueo y a los daños en las encías. “En los niños que se muerden muy repetitivamente las uñas se ha encontrado un aumento de enterobacterias en la flora bacteriana de la boca”, agrega.
Con todo ello, y para evitar la onicofagia recomienda diferentes pautas, como por ejemplo la aplicación de productos sobre la uña y en la piel que la rodea, que tengan un sabor amargo, para evitar el contacto con la boca por el gusto desagradable. Sin embargo, el paciente se acostumbra a los sabores y continua con su hábito de morderse las uñas, según vaticina.
Otra solución, según precisa, sería la realización de un vendaje de la zona distal de los dedos, con esparadrapo, ya que ésta actuaría por un lado de barrera, y por otro lado dificultaría el acceso a morderse las uñas.
“En ocasiones, se utilizan tratamientos conductuales que van encaminados a modificar el comportamiento, y el proceder frente a determinadas situaciones. Se ha propuesto el tratamiento con ‘N-acetil cisteína’ a altas dosis, aunque los resultados son muy variables, así como la utilización de psicofármacos”, resalta la doctora Navarro.
En última instancia, la experta subraya que los trastornos de conducta hacia la uña o trastornos tipo tic ungueales incluyen la onicofagia, la onicotilomanía, y la deformidad en hábito tic.
Según describe, la onicotilomanía es un trastorno psicodermatológico que se caracteriza por una repetitiva manipulación de todo el aparato ungueal, bien con los propios dedos de las manos o con otros utensilios.
“Puede manifestarse asociada a onicofagia, y la deformidad en hábito tic y las formas más severas se pueden asociar a trastorno obsesivo-compulsivo, fobias o depresión. La deformidad en hábito tic es más frecuente en adultos, sobre todo en las primeras uñas de las manos, bien de forma unilateral o bilateral”, añade.
A su vez, recalca que en estos casos el paciente se manipula de forma repetitiva la parte proximal de la uña provocando una pérdida de la cutícula, un aumento de tamaño de la lúnula, una modificación del eje longitudinal de la uña, y una pigmentación longitudinal localizada en la zona media de la uña.
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