Los profesores Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier, codescubridores del virus del sida y Premio Nobel de Medicina en 2008, recuerdan su odisea y expresan sus esperanzas 30 años después de su aparición, el 5 de junio de 1981.
"Cuando los clínicos nos contactaron en diciembre de 1982, es decir, 18 meses después de la identificación de los primeros casos en Estados Unidos, nunca había oído hablar de ello", cuenta Barré-Sinoussi, de 63 años. Entonces, "definimos una estrategia para intentar identificar al agente responsable".
Luc Montagnier, de 78 años, se acuerda del "primer cultivo efectuado" para aislar el virus. "Fue el 3 de enero de 1983, a partir de la biopsia de un ganglio de paciente", afirma. "Al cabo de algunos meses, nos dimos cuenta de que el virus era nuevo, ¡y ahí empezó la excitación!"
"Todo ocurrió muy rápido" relata Barré-Sinoussi. "Sabíamos que se transmitía por vía sexual y sanguínea, había un sentimiento de urgencia, una necesidad de reaccionar rápidamente".
Luc Montagnier recuerda también "la sensación de aislamiento".
"Los resultados que teníamos eran muy buenos, pero no fueron comprendidos por el resto de la comunidad científica, al menos durante un año, hasta el momento en que Robert Gallo confirmó nuestros resultados en Estados Unidos. Fue muy frustrante, sabíamos que teníamos razón, y chocábamos contra un muro".
Ante todo hubo la monoterapia y el AZT, "decepcionantes", y los resultados "muy prometedores" de las triterapias, dice el profesor Montagnier. "Los laboratorios empezaron a actuar juntos, bajo presión de las asociaciones de enfermos norteamericanos, para añadir un inhibidor de una compañía a un inhibidor de otra... Fue un éxito inédito en la historia de los medicamentos".
Ambos hablan de la utilización de tratamientos para evitar la transmisión de la infección. Barré-Sinoussi está a favor de "utilizar el tratamiento preventivo: intentar convencer a las personas potencialmente afectadas que hagan un diagnóstico lo más rápido posible para iniciar un tratamiento lo más pronto posible".
Montagnier lo considera por su lado "poco convincente". "Son productos químicos tóxicos, con efectos impredecibles a largo plazo, y es costoso. Ni siquiera tenemos dinero para tratar a todos los pacientes de África..."
Uno de los ejes esenciales de la investigación son los depósitos, linfa, médula ósea o tejidos donde el virus se agazapa a la espera volver a salir cuando el paciente suspende el tratamiento, lo que convierte al sida en una enfermedad no curable.
"Ahora, ésta es un poco mi obsesión", reconoce Luc Montagnier.
Françoise Barré-Sinoussi imagina un tratamiento que "permitiría disminuir los depósitos del virus a un nivel indetectable" para que en seguida "la defensa inmunitaria tome el relevo para controlar esta infección".
La profesora recuerda que el 0,3% de los pacientes, infectados desde hace más de 10 años, "nunca han recibido antiretrovirales y controlan de forma natural su infeccción".
En los laboratorios de África, el continente más afectado por la infección, Luc Montagnier y su equipo atacan los depósitos detectando "señales electromagnéticas que provienen del ADN de algunos virus" y que tratan de hacer desaparecer con sustancias vegetales "que tienen efectos antioxidantes e inmunoestimulantes".
"Hemos hecho un primer ensayo clínico prometedor", afirma. Un segundo ensayo está previsto.
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