jueves, 12 de enero de 2012

El análisis de ADN podrían predecir la esperanza de vida / Miguel Artime

Llevamos años oyendo hablar a los especialistas en genética del crucial papel que juegan los telómeros en la determinación de la longevidad de cualquier individuo.
Precisamente en España, el CNIO, dirigido por María Blasco, es uno de los grandes centros de investigación mundial donde se estudia la capacidad de la telomerasa para hacer inmortales a las células cancerosas.
Pero ¿qué son los telómeros? Los científicos suelen explicar su papel comparándolos con los refuerzos de plástico que hay al final de los cordones de nuestros zapatos, y que impiden que se deshilachen. En efecto, los telómeros se encuentran en los bordes de los cromosomas, que como sabéis son esos bastoncillos (46 en humanos) en los que se agrupa el ADN de los núcleos celulares cuando se dividen.
Pues bien, los telómeros protegen a los cromosomas para evitarles daños durante las reproducciones celulares, pero tienen una curiosa característica. A medida que la célula va dividiéndose más y más veces, los telómeros tienden a acortarse.
Eventualmente, la ausencia de telómeros impide que la célula (que ya ha "envejecido" demasiado) pueda seguir reproduciéndose, por lo que comienza a funcionar de manera errónea y muere.
Ahora, por primera vez en la historia, científicos de la Universidad de Glasgow (Reino Unido) han sido capaces de medir la longitud de los telómeros en los mismos individuos (99 peces cebra en este caso) a lo largo de todo su ciclo vital.
La esperanza de vida en los peces estudiados varió desde los 210 días a casi 9 años. Regularmente se les tomaba muestras de sangre para medir la longitud de sus telómeros.
Lo que descubrieron los científicos es que el mejor vaticinador de la esperanza de vida final era la longitud de los telómeros medidos cuando los peces tenían 25 días.
Se sabe que la variación en la longitud de los telómeros en un individuo viene determinada por una causa genética, pero existen otros factores medioambientales que influyen, por ejemplo el grado de exposición al estrés.
Para el profesor Pat Monaghan, que dirigió al equipo responsable del trabajo, el estudio demuestra la gran importancia que tienen los procesos que acaecen en las primeras etapas de la vida.
El siguiente paso será comprender como pueden influir las condiciones de vida temprana en los procesos de pérdida de telómeros, así como descubrir qué grado de importancia tienen los factores genéticos con respecto a los medioambientales.
Obviamante es muy temprano para intentar extrapolar las implicaciones de este trabajo a nosotros, los humanos. No obstante no sería demasiado complicado imaginar futuros e hipotéticos métodos de vaticinio de la esperanza de vida de un niño, midiendo sus telómeros en un momento concreto.
La pregunta es ¿querrían sus padres obtener este dato? Si la respuesta redunda en alguna ventaja de cara a la planificación de tratamientos futuros o hábitos de vida, la respuesta es: por supuesto.
Yo al menos así lo creo. ¿Y vosotros?

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