Investigadores del Imperial College de Londres, en Reino Unido, han descubierto que cuando una proteína que actúa como un sensor de la grasa, la GPR120, se estropea o funciona de forma defectuosa, puede desembocar en la aparición de la obesidad o de algunas enfermedades del hígado.
De hecho, y según reconocen los autores de este estudio en la revista 'Nature', dicho hallazgo puede dar pie a una prometedora diana para nuevos fármacos para el tratamiento de la obesidad y trastornos metabólicos.
La proteína GPR120 se encuentra en la superficie de las células del tejido intestinal, el hígado y la grasa, y permite a las células detectar y responder a los ácidos grasos insaturados de la dieta, especialmente los ácidos grasos omega-3, que tienen un efecto beneficioso sobre la salud.
En concreto, los científicos encontraron que los ratones que presentaban un déficit de esta proteína eran más propensos a la obesidad y el desarrollo de una enfermedad hepática cuando seguían una dieta rica en grasas.
Asimismo, en un estudio con más de 6.000 personas observaron que las personas con una determinada mutación en el gen que codifica la GPR120, que hace que esta proteína responda a los omega-3, también fueron significativamente más propensas a ser obesas, en concreto, un 60 por ciento más.
Cuando los ácidos grasos insaturados de la comida se unen a GPR120 en el intestino, se estimula la liberación de hormonas que suprimen el apetito y estimulan al páncreas para secretar insulina.
De este modo, cuando las células de grasa detectan niveles altos de grasa en la sangre a través de la GPR120, esto les estimula a dividirse para producir más células de grasa, reducir el riesgo de hígado graso y el enrasado de las arterias. Un mecanismo que podría ser una vía importante para lograr algunos de los efectos saludables de omega-3.
Cuando fueron alimentados con una dieta rica en grasas, los ratones que carecían de la proteína GPR120 no sólo se convirtieron en obesas, sino que también tenían el hígado graso, un menor número de células de grasa y un mal control de glucosa en sangre.
Los investigadores creen que los ratones que tienen bajos niveles de GPR120 tienen también dificultades para almacenar el exceso de grasa en el tejido graso. En su lugar, su cuerpo almacena grasa en las zonas donde puede provocar problemas de salud, como el hígado, los músculos y las paredes de las arterias. Un patrón que, en humanos, se asocia con la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiaca.
"Nuestro estudio sugiere que en ratones y seres humanos, los déficit en la proteína GPR120 combinados con una dieta rica en grasas aumentan enormemente el riesgo de obesidad", según ha reconocido el profesor Philippe Froguel, uno de los autores del estudio.
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