En España se estima que hay unos 400.000
personas con epilepsia, un trastorno neurológico que "se conoce desde
hace mucho tiempo pero sigue siendo un enigma", según ha reconocido el
director del Instituto de Neurociencias de Alicante, Juan Lerma, ya que
hasta en el 70 por ciento de los casos se conoce la causa que ha
motivado su desarrollo.
"Muchos pensamos que es una especie de queja del cerebro, pero
tenemos que indagar más en lo que la motiva", según ha reconocido este investigador, cuyo centro pertenece a la
Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) y el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), con motivo del Día Nacional de la
Epilepsia.
El profesor Lerma ha apuntado que hay investigaciones que están
indagando en una posible base genética de la enfermedad, "si acaso hay
alguna", ya que aunque el porcentaje de casos hereditarios es muy bajo,
de apenas un 1 por ciento, la secuenciación del genoma permite buscar
una relación entre alteraciones genéticas y la enfermedad.
De hecho, ha asegurado, "se piensa que la causa genética no tiene
que ver con un gen sino varios, y probablemente tenga que ver con
variaciones de una sola letra en el ADN, generando una susceptibilidad
mayor en algunos daños".
Lo que ya se sabe, reconoce este experto, es que la enfermedad
obedece a un desbalance entre la actividad excitadora y la inhibidora.
"En el cerebro hay dos sistemas, uno acelerador y otro de freno, y en el
balance de ambos el coche va bien pero, cuando hay una sobrexcitación o
una bajada de señales inhibidoras, es cuando se da la epilepsia", ha
explicado Lerma.
De hecho, los tratamientos farmacológicos actualmente existentes
van dirigidos hacia este sistema de freno o aceleración, con el
inconveniente que estos sistemas funcionan para todo, por lo que "los
efectos secundarios pueden son más grandes".
Además, en un 20 por ciento de los casos estos tratamientos no
resultan eficaces y los pacientes generan resistencias, lo que obliga a
buscar nuevas terapias que, actualmente, pasan por la cirugía o la
estimulación eléctrica, tanto con electrodos profundos como de forma
intracraneal.
La cirugía consiste en la resección del foco epiléptico y, aunque
funciona en gran parte de las ocasiones, Lerma reconoce que hay que
determinar muy bien la zona del foco a fin de que no afectar otras zonas
cerebrales.
En cuanto a la estimulación, este experto ha reconocido que se
trata de una vía terapéutica que "se está estudiando bastante" y es, ya
que algunos de los dispositivos desarrollados permiten averiguar cuándo
se va a producir un ataque y prevenirlo.
"Son pequeños implantes, como una especie de marcapasos, con
electrodos que llegan a determinadas zonas del tálamo, y cuando se
produce la actividad cerebral, aplica estimulación eléctrica e inactiva
esos núcleos sin que el paciente ni se entere", ha detallado Lerma.
De momento, ha reconocido, sólo se utiliza en pacientes
fármacorresistentes y con una frecuencia de ataques epilépticos muy alta
que impide llevar una vida normal, ya que se trata de un tratamiento
muy invasivo.
"El problema de los electrodos implantados es que cualquier objeto
introducido en el cerebro produce una reacción inflamatoria y una
lesión", ha avanzado, si bien ha destacado que se está trabajando
también en los materiales a emplear para que sean "lo más inocuos
posible".
Además, esta técnica ya ha demostrado que también puede funcionar
en el manejo de otros trastornos mentales, ya que "también funciona bien
en casos de depresión que no se pueden revertir con medicamentos".
El mayor obstáculo de todo ello, lamenta este experto, es que "la
investigación es muy lenta y costosa".
"Esto en la vida de un paciente
es desesperante, porque no se va a encontrar una solución para él, sino
para sus nietos", ha concluido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario