Los pacientes que sufren la enfermedad de la
epilepsia o que padecen crisis epilépticas siguen siendo considerados
como personas estigmatizadas a las que se suele marginar en los puestos
de trabajo por creer que tienen un bajo nivel intelectual o algún tipo
de trastorno psicológico.
Una creencia que data desde hace siglos --en el Evangelio de
San Marcos se incluye una descripción de una crisis epiléptica-- y que
ha hecho que este tipo de pacientes sean vistos con recelo por la
sociedad a pesar de que algunos personas ilustres como Santa Teresa de
Jesús, Julio Cesar o Isaac Newton, lo padecieran.
"La sociedad sigue sin estar concienciada y este tipo de
pacientes están todavía marginados y estigmatizados. La gente cuando ve
una crisis epiléptica generalizada se asusta mucho y a veces les es
difícil trabajar con ellos cuando no existe ninguna prueba de que estos
enfermos tienen un bajo nivel intelectual o un trastorno de conducta",
asegura el neurólogo madrileño, Antonio Yuste.
Concretamente, la epilepsia es una enfermedad crónica que se
produce cuando un área de la corteza cerebral se irrita y deriva en una
serie de síntomas que, dependiendo de la localización, se manifiesta de
una forma u otra a nivel clínico. La más común es la epilepsia
generalizada primaria y sólo se manifiesta con crisis epilépticas sin
tener ningún otro tipo de trastorno intelectual o genético. Por el
contrario, explica Yuste, existen las crisis epilépticas que son
síntomas de múltiples enfermedades neurológicas y metabólicas como, por
ejemplo, una baja glucosa en sangre.
Asimismo, la epilepsia puede producir dos tipos de crisis: una
generalizada en la que el paciente pierde el conocimiento, se pone azul
durante unos segundos, expulsa saliva por la boca, se muerde la lengua,
hace movimientos y, en ocasiones, se orina; y una crisis focal en la
que en el enfermo puede mover el dedo de la mano durante uno o dos
minutos sin perder la conciencia, o se queda mirando hacia el infinito
haciendo movimientos con la boca, entre otras.
En cuanto al tratamiento de esta patología, el 80 por ciento
de los enfermos utilizan medicamentos antiepilépticos que no suelen
producir ningún tipo de efectos secundarios. Ahora bien, si se le
suministran dos o tres fármacos y no mejora y continua con crisis
repetidas, el paciente es evaluado quirúrgicamente en centros muy
especializados --formados por neurólogos, neurocirujanos y
neurofisiólogos-- para que se le elimine el foco que genera la crisis en
el caso en el que se pueda aislar del resto del cerebro.
Asimismo, existen otras técnicas como son la estimulación del
nervio vago que consiste en colocar unos electrodos en el nervio que
pasa a través del cuello y que va directamente al tronco cerebral. Un
tratamiento estimulativo con el que, en determinados pacientes, se
consigue paliar una crisis epiléptica.
"El tratamiento es individualizado y la cirugía se lleva a
cabo una vez que el paciente ha estado bien diagnosticado y no ha
respondido al tratamiento de los fármacos. No obstante, el 80 por ciento
responde a la medicación y la mitad del 20 por ciento restante se puede
someter a una intervención quirúrgica", recalca el neurólogo.
Las crisis epilépticas aparecen con más frecuencia en los
niños, debido a su inmadurez cerebral, y en las personas mayores de 65
años. Además, determinadas enfermedades que provocan estos ataques
tienen una tendencia hereditaria.
"En la epilepsia generalizada primaria, la más frecuente,
suele haber antecedentes familiares y sobretodo se reflejan con crisis
febriles y de difícil control. Por ejemplo, en niños de entre 4 meses y 4
años estas crisis pueden ser benignas y desaparecen pero, en el caso en
el que algún familiar las padezca, pueden ser indicadoras de una
posible epilepsia en el futuro", señala Yuste.
En este sentido, el experto destaca la importancia de que este
tipo de enfermos no consuman ningún tipo de drogas ni alcohol a lo
largo de su vida aunque reconoce que una supresión "brusca" de
determinados medicamentos o de la ingesta de alcohol puede favorecer
también la aparición de una de estas crisis epilépticas.
Respecto a cómo las personas tienen que actuar ante uno de
estos ataques, Yuste recomienda no meter "nada" en la boca del paciente,
dejar que se acabe la crisis, quitarle todos los muebles que tenga
alrededor en el caso en el que se haya desmayado y, en el momento en el
que amaine la crisis --suele durar menos de dos minutos-- acostarle de
medio lado para evitar que le obstruyan las vías respiratorias.
"Hay que guardar la calma, no meterle nada en la boca, dejar
que acabe la crisis y colocar al paciente de lado y, una vez que se le
haya pasado y recupere la conciencia, llevarle a urgencias si es la
primera vez que le ocurre o, si ha tenido más crisis, recomendarle que
tranquilamente acuda a su neurólogo", concluye el experto.
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