Investigadoras de la Universidad de Sevilla
aseguran que un simple análisis de sangre podría servir para obtener
datos "fiables y objetivos" de un posible maltrato, tras comprobar que
el nivel de hormonas como la oxitocina, la prolactina o el cortisol se
ve alterado ante situaciones de estrés prolongado extremo, como el
producido por la violencia de género.
Así se desprende de un proyecto llevado a cabo por las profesoras
del departamento de Fisiología de esta universidad Susana Pilar Gaytán,
Ana María Gómez y María Rosario Pásaro, y la estudiante Johanna Roxy
Fernández, que aseguran que el análisis podría ser efectivo "incluso
cuando la violencia cesa", ya que estas mujeres "no vuelven a la
normalidad de forma inmediata".
Según han explicado las autoras al Servicio de Información y
Noticias Científicas (SINC), ya era conocido que los niveles de
determinados tipos de hormonas se relacionaban con la resiliencia de la
víctima, entendida como la capacidad que tiene la mujer maltratada de
recuperarse frente a la violencia.
Pero el objetivo de este trabajo era diseñar un protocolo que
permita identificar condiciones fisiológicas que, potencialmente, hagan
más vulnerables a las víctimas ante la situación de maltrato, ha
apuntado la catedrática María Rosario Pásaro.
Según esta experta, existen una serie de condicionantes
fisiológicos, en concreto niveles sanguíneos hormonales, que garantizan
que se genere el fenómeno denominado "apego", es decir, un vínculo que
se establece, por ejemplo, en el reconocimiento mutuo entre la madre y
el recién nacido y, en general, refuerza los lazos afectivos familiares.
La hormona responsable de estas pautas de conducta y sus correlatos
emocionales es la oxitocina.
Además, se sabe que también existen diferentes estudios sobre el
impacto que los niveles hormonales tienen sobre los estados de ánimo de
las personas y su capacidad de relacionarse.
"Se han obtenido datos que indican que la hormona oxitocina puede
ser la principal encargada del establecimiento y mantenimiento de
relaciones sociales sanas y, por tanto, la responsable fisiológica de
que la víctima no sea capaz de romper la relación con su agresor, junto a
otros motivos de carácter psicológico", ha explicado.
Con su investigación Pasaro y su equipo han desvelado que cuando
el nivel de oxitocina es más alto de lo normal, la capacidad de
respuesta de la víctima está muy mermada o incluso completamente
anulada.
El estudio se ha llevado a cabo a través de la recogida de
muestras y elaboración de una historia clínica previa sobre dos grupos
de mujeres de edades similares, uno control y otro formado por mujeres
voluntarias en diferentes fases de recuperación tras la exposición a
maltrato y miembros de la Fundación Ana Bella, de Sevilla.
En concreto, la técnica empleada ha permitido detectar la
concentración relativa (pg/ml) de los niveles de oxitocina en sangre
obteniendo como resultado que se producía un incremento del 16,24 por
ciento en los niveles circulantes de oxitocina en la población de
sujetos experimentales (mujeres que han sufrido maltrato).
Este incremento hallado es especialmente significativo, han
asegurado las autoras del estudio, teniendo en cuenta que todas las
mujeres del grupo experimental se encontraban ya en fase de
recuperación.
Respecto a las otras hormonas señaladas, determinaron que los
niveles de cortisol o prolactina también se relacionan con los niveles
de estrés agudo en los individuos.
No obstante, y aunque sólo muy recientemente se han empezado a
realizar estudios para utilizarlos como indicadores de los efectos de la
violencia prolongada, la realidad es que la oxitocina es el mejor
candidato para este tipo de estudios, ya que se la ha relacionado con el
establecimiento y mantenimiento de las unidades familiares y relaciones
sociales en general.
En el estudio han observado además que los niveles circulantes de
oxitocina están asociados a una percepción generosa de las
inter-relaciones sociales y, asimismo, inducen una disminución de los
niveles de ansiedad y un aumento de la confianza en los otros
individuos, por lo que una alteración de los mismos podrían estar en la
base de un proceso de generación de una situación especial de gran
vulnerabilidad afectiva.
Además, en ese mismo sentido, existen datos que indican que la
oxitocina puede ser importante para la inhibición de las regiones del
cerebro asociadas a la evaluación del riesgo.
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