Los productos químicos o alimentos que
aumentan los niveles de estrógeno durante el embarazo pueden aumentar el
riesgo de cáncer en las hijas, nietas y bisnietas, según han publicado
científicos de Virginia Tech y la Universidad de Georgetown en 'Nature
Communications'.
En el estudio, ratas embarazadas que recibieron una dieta
suplementada con estrógeno sintético o con grasa -que aumenta los
niveles de estrógeno- produjeron generaciones subsiguientes que parecen
estar sanas, pero que albergan un riesgo mayor de padecer cáncer de
mama.
Aunque los resultados aún no han sido validados en seres
humanos, el estudio muestra que el daño ambiental puede ser transmitido
de una generación a la siguiente, no a través de mutaciones genéticas,
sino a través de alteraciones 'epigenéticas' que influyen en cómo se
decodifica la información genómica.
La investigación también aumenta la esperanza de que las
personas especialmente sensibles a los agentes carcinógenos puedan ser
identificadas, con el fin de aplicar nuevas estrategias de prevención
antes de que ocurra el cáncer.
"Hemos demostrado por primera vez que las metilaciones
alteradas de ADN moduladas por una dieta específica durante el
desarrollo normal son heredables y transgeneracionales", señala Yue
"Joseph" Wang, profesor de Ingeniería Eléctrica y Computación en
Virginia Tech. Wang añade que "en el estudio también se identificaron
los principales sitios de metilaciones alteradas que pueden estar
implicados en el mayor riesgo de cáncer de mama, los cuales pueden
servir como biomarcadores para desarrollar nuevas estrategias de
prevención dirigidas".
El Instituto Nacional del Cáncer estima que más de 226.000
mujeres y más de 2.000 hombres de más de 2.000 desarrollarán cáncer de
mama en 2012, y cerca de 40.000 morirán a causa de la enfermedad.
Dos tercios de los cánceres de mama que se producen en
familias no tienen una causa genética conocida, según apunta Leena
Hilakivi-Clarke, profesora de Oncología en el Centro Oncológico Integral
Lombardi de la Universidad de Georgetown. El estudio muestra lo que
subyace al cáncer no son mutaciones genéticas, sino efectos heredados de
una dieta rica en grasas y la exposición a un exceso de estrógenos
durante el embarazo.
"Está cada vez más claro que el proceso de señalización
epigenético - qué genes se expresan y qué genes están silenciados - se
ve afectado por el ambiente hormonal de la madre durante el embarazo",
afirma Hilakivi-Clarke, quien ha estudiado los efectos de la dieta
materna en la descendencia en animales y seres humanos durante más de 20
años.
Según la investigadora, "los estudios indican que, en un
embarazo normal, la mujer puede tener más de 20 niveles de estrógeno
diferentes, y tanto el más alto como el más bajo resultan en un bebé
sano. El reto ha sido el de comprender cómo algo en el desarrollo fetal
puede afectar el riesgo de cáncer de mama más de 50 años más tarde".
Los investigadores de Virginia Tech desarrollaron modelos
matemáticos y técnicas de aprendizaje automático para analizar los
cambios en el estado de metilación del ADN en los descendientes con el
fin de entender cómo el riesgo aumentado de cáncer se transmite sin
mutación genética.
El grupo de Wang descubrió que los descendientes con riesgo
aumentado tenían varios cientos de regiones de ADN comunes que fueron
metiladas de forma diferente que en el grupo control, proporcionando así
pruebas estadísticamente convincentes de que el riesgo de cáncer de
mama se puede transmitir a través de medios epigenéticos.
"En última instancia, puede ser posible deshacer o prevenir
esta metilación perjudicial y disminuir el riesgo de cáncer de mama",
concluye Wang, quien añade que "el siguiente paso será estudiar la
duración de la intervención y los impactos de la metilación cuando se
producen de forma temprana, a mediados, o al final del embarazo. La
buena noticia es que mediante fármacos o u otras intervenciones se
podría revertir la exposición nociva".
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