miércoles, 10 de octubre de 2012

La mitad de pacientes con glaucoma desconoce su enfermedad hasta que pierde gran parte de su campo visual

El glaucoma es una enfermedad de la vista cuya progresión se puede ralentizar con el tratamiento adecuado, aunque la falta de prevención hace que la mitad de estos afectados no sepa que la padece hasta que ha perdido gran parte del campo visual.

   Así lo ha asegurado el Grupo Federópticos con motivo del Día Mundial de la Visión, lamentando que sólo el 22% de las visitas que se realizan a la óptica esté relacionada con una revisión general de la salud visual.
   "Una detección temprana de este tipo de patologías resulta imprescindible para evitar la pérdida visual, y un análisis clínico bien realizado, puede llevar a la  detección de un trastorno visual aún antes del examen ocular", ha explicado Xavier Vivas, presidente del Instituto Federópticos.
   De toda la información que recibimos cada día, el 80% nos llega a través de los ojos. No obstante, el Libro Blanco de la Visión apunta que 3 de cada 4 españoles no visitan a un especialista hasta que no se encuentran frente a un problema ocular.
   La utilidad de las revisiones abarca más allá de la detección de la miopía, hipermetropía, astigmatismo y presbícia. A partir de los 55 años, las personas se muestran más propensas a sufrir una serie de problemas de visión asociados al paso de los años, como son las cataratas, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), la retinopatía diabética, el desprendimiento de retina o el glaucoma.
   Para detectarlas, el Instituto Federópticos ha desarrollado un sistema denominado 'Método If' para la detección de posibles anomalías de riesgo, que está ayudando a elevar los estándares de la salud visual de la población.
   En este contexto, Vivas destaca que "las pruebas tradicionales podrían pasar por alto hasta un 70% de las afecciones. De este modo, es aconsejable que al menos cada dos años, nos realicemos un estudio optométrico completo capaz de detectar el 100% de las anomalías visuales".
   Se trata de un proceso que debe recoger datos subjetivos del paciente, a los que se añaden datos objetivos obtenidos mediante técnicas de observación, exámenes y pruebas específicas.
   En un primer paso, se evalúa la historia del paciente teniendo en cuenta factores relacionados, como son los antecedentes familiares, la salud general del paciente y si toma medicación o padece alergias. A continuación se evalúa la agudeza visual, analizando la capacidad de cada ojo por separado y la de los dos a la vez.
   El siguiente paso consiste en la realización de pruebas preliminares tales como observación externa, distancia nasopupilar, visión al color, rejilla de Amsler, reacción ante el deslumbramiento, valoración de los campos visuales, examen de la pupila, sensibilidad ocular y función palpebral.
   Tras la valoración de estas pruebas objetivas, se determina la refracción de ambos ojos por separado, acción conocida como graduación. Las pruebas que se suceden a continuación analizan la motilidad ocular --el efecto que ejerce la musculatura sobre el movimiento de los ojos--, la visión binocular -para mantener y mejorar la capacidad visual fácilmente alterada por la gran demanda de actividad en visión próxima que usamos y valorar la coordinación entre ambos ojos en el proceso visual-, y la acomodación, es decir, el aumento y esfuerzo del cristalino para  aumentar  la potencia refractiva que permitirá al ojo enfocar objetos cercanos.
   En la recta final, se evalúa la salud del órgano visual, observando el estado de todas las partes del globo ocular para detectar posibles patologías que comprometan la salud de este. En el caso de que fueran necesarias, se realizarían a continuación pruebas específicas tales como campimetría, retinografía, sensibilidad al contraste, topografía  o la muy reciente tomografía ocular computerizada para, dado el caso, poder referir el paciente a otro especialista en la salud ocular.

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