El glaucoma es una enfermedad de la vista cuya
progresión se puede ralentizar con el tratamiento adecuado, aunque la
falta de prevención hace que la mitad de estos afectados no sepa que la
padece hasta que ha perdido gran parte del campo visual.
Así lo ha asegurado el Grupo Federópticos con motivo del
Día Mundial de la Visión, lamentando
que sólo el 22% de las visitas que se realizan a la óptica
esté relacionada con una revisión general de la salud visual.
"Una detección temprana de este tipo de patologías resulta
imprescindible para evitar la pérdida visual, y un análisis clínico bien
realizado, puede llevar a la detección de un trastorno visual aún
antes del examen ocular", ha explicado Xavier Vivas, presidente del Instituto Federópticos.
De toda la información que recibimos cada día, el 80%
nos llega a través de los ojos. No obstante, el Libro Blanco de la
Visión apunta que 3 de cada 4 españoles no visitan a un especialista
hasta que no se encuentran frente a un problema ocular.
La utilidad de las revisiones abarca más allá de la detección de
la miopía, hipermetropía, astigmatismo y presbícia. A partir de los 55
años, las personas se muestran más propensas a sufrir una serie de
problemas de visión asociados al paso de los años, como son las
cataratas, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), la
retinopatía diabética, el desprendimiento de retina o el glaucoma.
Para detectarlas, el Instituto Federópticos ha desarrollado
un sistema denominado 'Método If' para la detección de posibles
anomalías de riesgo, que está ayudando a elevar los estándares de la
salud visual de la población.
En este contexto, Vivas destaca que "las pruebas tradicionales
podrían pasar por alto hasta un 70% de las afecciones. De este
modo, es aconsejable que al menos cada dos años, nos realicemos un
estudio optométrico completo capaz de detectar el 100% de las anomalías
visuales".
Se trata de un proceso que debe recoger datos subjetivos del
paciente, a los que se añaden datos objetivos obtenidos mediante
técnicas de observación, exámenes y pruebas específicas.
En un primer paso, se evalúa la historia del paciente teniendo en
cuenta factores relacionados, como son los antecedentes familiares, la
salud general del paciente y si toma medicación o padece alergias. A
continuación se evalúa la agudeza visual, analizando la capacidad de
cada ojo por separado y la de los dos a la vez.
El siguiente paso consiste en la realización de pruebas
preliminares tales como observación externa, distancia nasopupilar,
visión al color, rejilla de Amsler, reacción ante el deslumbramiento,
valoración de los campos visuales, examen de la pupila, sensibilidad
ocular y función palpebral.
Tras la valoración de estas pruebas objetivas, se determina la
refracción de ambos ojos por separado, acción conocida como graduación.
Las pruebas que se suceden a continuación analizan la motilidad ocular
--el efecto que ejerce la musculatura sobre el movimiento de los ojos--,
la visión binocular -para mantener y mejorar la capacidad visual
fácilmente alterada por la gran demanda de actividad en visión próxima
que usamos y valorar la coordinación entre ambos ojos en el proceso
visual-, y la acomodación, es decir, el aumento y esfuerzo del
cristalino para aumentar la potencia refractiva que permitirá al ojo
enfocar objetos cercanos.
En la recta final, se evalúa la salud del órgano visual,
observando el estado de todas las partes del globo ocular para detectar
posibles patologías que comprometan la salud de este. En el caso de que
fueran necesarias, se realizarían a continuación pruebas específicas
tales como campimetría, retinografía, sensibilidad al contraste,
topografía o la muy reciente tomografía ocular computerizada para, dado
el caso, poder referir el paciente a otro especialista en la salud
ocular.
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