MADRID.- En este siglo XXI asistimos a una gran proliferación de avances científicos y tecnológicos para la cura y la detección del cáncer, desde diminutos chips al uso del grafeno o de las nanopartículas. Sin embargo, el descubrimiento de la base de la inmunoterapia se remonta cien años atrás, cuando el cirujano neoyorquino William Coley observó que los tumores con alguna infección tendían a remitir.
Este descubrimiento reflejó que las bacterias o virus en la zona donde las células se estaban multiplicando descontroladamente alertaban al sistema inmunitario de la anomalía que estaba ocurriendo. Por este motivo, los científicos creen que es muy posible que nuestras defensas frenen muchos tumores antes de que sean detectables. En
su investigación, Coley inoculó estreptococos a los tumores para avisar
a las defensas del cuerpo, pero errando en muchos casos debido a la
toxicidad de la bacteria.
Así, desde hace varias décadas se llevan poniendo en práctica otros tratamientos para el cáncer más agresivos pero con mayores índices de efectividad
como la quimioterapia o la radioterapia. No obstante, en los últimos
tiempos la inmunoterapia ha vuelto a cobrar fuerza, como reflejan los
estudios de este campo presentados en el congreso de la Sociedad
Americana de Oncología Clínica (ASCO. Hace tres ediciones los estudios
de esta clase eran del 1%, la cifra subió al 10% en la siguiente edición
y al 25% en el último congreso.
Inmunología y oncología, de la mano
A pesar de que para muchos tipos de cáncer los tratamientos
inmunológicos son todavía muy experimentales, esta técnica ya se ha
aplicado con éxito en algunos pacientes, como Susanne Harris, que hace
nueve años sufrió un extraño melanoma que no desaparecía con las
terapias convencionales y que se curo gracias a un tratamiento de
inmunoterapia con un fármaco denominado Keytruda.
En cuanto a los porcentajes actuales, la inmunoterapia solo surte efecto en alrededor de un 24% de los enfermos.
Jonathan Cebon, director del Insituto de Investigación del Cáncer
Olivia Newton-John -participante en el experimento que salvó la vida de
Harris-, afirma que uno de los grandes retos es conocer los motivos por los que en los mismos tumores este tipo de terapia funciona en solo en unos pocos sujetos.
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En el caso de los melanoma -cáncer para el que la quimio y la
radioterapia no tienen excesivo éxito-, esta técnica es es especialmente
esperanzadora y seis tratamientos distintos ya han sido aprobados por
la FDA americana. Cebon asegura que combinando ambas terapias la efectividad alcanza el 80%. “Pero son cifras que están en constante movimiento en función de los avances que se van presentando”.
Si los resultados son optimistas, Cebon calcula que en una
década la inmunoterapia podrá sustituir a los tratamientos más agresivos
en varios tipos de cánceres como próstata, melanoma, estómago y mama. Sin embargo, la postura generalizada de la comunidad científica es que incluso en aquellos para los que sea efectiva, deberá combinarse a menudo con cirugía, radio y quimioterapia, según señala Robert G. Ramsay, del Instituto de Cáncer Peter MacCallum de Melbourne.
Mecanismos de acción de la inmunoterapia
Existen diversos tratamientos de inmunoterapia, a pesar de que todos ellos comparten el rasgo de ayudar a las propias defensas del cuerpo a localizar y erradicar el cáncer. Algunos son los siguientes:
- El tratamiento con Keytruda se basa en neutralizar una proteína de la superficie de las células cancerígenas conocida como PD1, que propicia que los linfocitos no luchen contra ellas. Buena parte de la investigación oncológica pasa por neutralizarlos para que el organismo pueda acabar con los tumores.
- Otras técnicas pasan por extraer glóbulos blancos del paciente, ya sea del propio tumor o de fuera de él, seleccionar los que tienen mayor actividad antitumoral para cultivarlos y activarlos y, finalmente, implantarlos de nuevo en el enfermo. Es un método de carácter más experimental que el anterior.
- Una tercera vía de inmunoterapia contra el cáncer son las vacunas, no las preventivas, sino las terapéuticas. El propósito es advertir al sistema inmunitario, para lo que se suelen extraer células cancerosas que se manipulan para que las defensas puedan dar una respuesta correcta al tumor. La primera vacuna de este tipo se aprobó en Estados Unidos en 2010 y se emplea para erradicar algunas clases de cáncer de próstata.
- Otra técnica consiste en extraer glóbulos blancos del
paciente, seleccionar los que tienen mayor actividad antitumoral para
cultivarlos y activarlos, e implantarlos de nuevo en el organismo del
enfermo.
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