martes, 8 de enero de 2013

Demuestran que la expresión no controlada de un gen promueve la formación de linfomas

Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha demostrado que la expresión no controlada de un gen promueve la formación de linfomas, tal y como aparece reflejado en la publicación 'Nature Communications'.

   De esta forma, los expertos evidencian "por primera vez" la implicación del gen HGAL (Human Germinal Center Associated Lymphoma) en la hiperplasia linfoide. Además, éste está asociado a los dos linfomas más comunes, "el folicular y el difuso de células grandes", cuya función era, hasta ahora, "desconocida".
   La hiperplasia linfoide se caracteriza por el aumento del número de los linfocitos, "y la amiloidosis o acumulación de proteínas anormales en tejidos y órganos", sostienen desde el CSIC. Este proceso se produce "mediante la regulación de la señalización del receptor de los linfocitos B y a través de la unión y activación de la proteína tirosín quinasa SyK", afirman.
   Para llegar a estas evidencias, los expertos han analizado el origen del cáncer dentro de un tejido concreto de ratón. Tras ello, han conocido que "los inhibidores de SyK podrían llegar a ser útiles en el tratamiento de estos linfomas", tal y como mantiene el investigador del Instituto de Investigación Molecular y Celular del Cáncer, el doctor Isidro Sánchez-García.
   Para él, este modelo "representa una herramienta única para encontrar los genes que cooperan con HGAL en el desarrollo de la leucemia". Así, se observa un halo de esperanza en el tratamiento de los linfomas, que "suponen el 90 por ciento de los tumores linfoides y el 4 por ciento de los nuevos cánceres diagnosticados cada año", manifiestan los especialistas.
   Por último, Sánchez-García expone que el esclarecimiento de los mecanismos moleculares que dan lugar al desarrollo de tumores sigue siendo "un enorme desafío" para la ciencia básica, pero también representa un paso esencial "para el desarrollo de nuevos fármacos". Para ello, los investigadores han contado con la financiación del National Institute of Health y la colaboración de un equipo del Sylvester Comprehensive Cancer Center de la Universidad de Miami (Estados Unidos).

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