VALENCIA.- Una de las opciones que muchas compañías e instituciones llegan
persiguiendo tiempo es de crear aparatos que sirvan para medir las
constantes vitales de pacientes crónicos de la manera menos intrusión
posible, como pueden ser los diabéticos.
ImasD Tecnología, una empresa de ingeniería valenciana, parece haber
dado con la clave y ha patentado una tecnología que ahorre a estos
enfermos el incómodo pero necesario pinchazo para controlar el nivel de
azúcar en sangre. Además de la glucosa, el reloj también permitirá
supervisar el oxígeno o el pulso.
"El primer dispositivo orientado a convertirse en un dispositivo
médico", aclara Pedro Peláez, uno de los responsables de la compañía,
que hoy presentó el proyecto en el foro The App Date que se celebra en
Madrid. "En principio queríamos crear un sistema para monitorizar
enfermos de Alzheimer o con cardiopatías pero acabamos yendo más allá",
recuerda Peláez.
"Los sensores para el cardio ya estaban bastante probados y
desarrollados pero vimos que en el caso de la glucosa había
una oportunidad, ya que, a pesar de que se había intentado, no se logró
todo", confiesa este ingeniero.
El sistema calienta la piel del usuario para abrir los poros de
manera "casi imperceptible" y se deja caer dentro una microgota que
posteriormente se recupera y proporciona los datos.
"Es una tecnología similar a la que se utiliza en los cabezales de
las impresoras. De la misma manera que un cartucho puede disponer la
tinta sobre el papel, también se puede hacer sobre la piel", explica. El
reloj cuenta con un consumible que se tiene que cambiar cada siete
días, a razón de cuatro o cinco mediciones al día.
La información se podrá consultar desde el 'smartphone' pero es
completamente autónomo: "Si el usuario tiene 80 años y no sabe utilizar
el móvil, no hay ningún problema".
También reconoce que, a pesar de todo el trabajo para patentarlo y
desarrollarlo, ellos no tiene la capacidad para comercializarlo y
conseguir la bendición de las autoridades sanitarias para que sea
homologado con un dispositivo médico. "Es prácticamente imposible que
nosotros hiciésemos ese negocio", admite. "Solamente las certificaciones
cuestan muchísimo", aclara a la par que recuerda que todavía quedan
"muchas pruebas de campo".
De momento ya han desarrollado un prototipo de gran tamaño y se han
reunido con dos grandes farmacéuticas interesadas en el mismo. Ahora el
próximo paso es reducir la escala hasta convertirlo en un
dispositivo 'weareable'. "Lo bonito de todo esto es poder llevarlo en la
muñeca y poder programarlo desde una web de manera sencilla", afirma.
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