BERLÍN.- Un nuevo estudio de la Universidad de Bristol, publicado en la revista de la Sociedad Química Alemana 'Angewandte Chemie', ha mostrado cómo podrían funcionar la vitamina D (y posiblemente las vitaminas K y A) para combatir el COVID-19, al igual que otros medicamentos antivirales.
La investigación indica que estos suplementos y compuestos dietéticos podrían unirse a la proteína viral de la espiga y, por tanto, reducir la infectividad del SARS-CoV-2. Por el contrario, el colesterol podría aumentar la infectividad, lo que podría explicar por qué tener el colesterol alto se considera un factor de riesgo de enfermedad grave.
Recientemente, estos investigadores demostraron que el ácido linoleico se une a un sitio específico de la proteína viral de la espiga, y que al hacerlo, bloquea la espiga en una forma cerrada, menos infecciosa. Ahora, un equipo de investigación ha utilizado métodos computacionales para buscar otros compuestos que puedan tener el mismo efecto, como posibles tratamientos.
Esperan evitar que las células humanas se infecten impidiendo que la proteína viral de la espiga se abra lo suficiente como para interactuar con una proteína humana (ACE2). El diseño, desarrollo y prueba de nuevos fármacos antivirales puede llevar años, por lo que los investigadores buscaron en una biblioteca de fármacos y vitaminas aprobados para identificar los que podrían unirse a este "bolsillo farmacéutico" recientemente descubierto dentro de la proteína de pico del SARS-CoV-2.
El equipo estudió primero los efectos del ácido linoleico en la espiga, utilizando simulaciones computacionales para demostrar que estabiliza la forma cerrada. Otras simulaciones mostraron que la dexametasona (que es un tratamiento eficaz para el COVID-19) también podría unirse a este sitio y ayudar a reducir la infectividad viral, además de sus efectos sobre el sistema inmunitario humano.
A continuación, el equipo realizó simulaciones para ver qué otros compuestos se unen al sitio de los ácidos grasos. Así se identificaron algunos fármacos que, según los experimentos, son activos contra el virus, lo que sugiere que puede ser uno de los mecanismos por los que impiden la replicación viral, por ejemplo, bloqueando la estructura de la espiga del mismo modo que el ácido linoleico.
Los resultados sugirieron varios candidatos a fármacos entre los productos farmacéuticos y los componentes dietéticos disponibles, incluidos algunos que se han encontrado para frenar la reproducción del SARS-CoV-2 en el laboratorio.
Estos tienen el potencial de unirse a la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 y pueden ayudar a prevenir la entrada en la célula. Las simulaciones también predijeron que las vitaminas liposolubles D, K y A se unen a la espiga de la misma manera haciendo que la espiga sea menos capaz de infectar las células.
"Nuestros hallazgos ayudan a explicar cómo algunas vitaminas pueden desempeñar un papel más directo en la lucha contra el COVID-19 que su apoyo convencional al sistema inmunitario humano. La obesidad es uno de los principales factores de riesgo de COVID grave. La vitamina D es liposoluble y tiende a acumularse en el tejido graso.
Esto puede reducir la cantidad de vitamina D disponible para los individuos obesos. Los países en los que algunas de estas deficiencias vitamínicas son más comunes también han sufrido mucho durante el curso de la pandemia. Nuestras investigaciones sugieren que algunas vitaminas y ácidos grasos esenciales, incluido el ácido linoleico, pueden contribuir a impedir la interacción pico/ACE2. La deficiencia de alguno de ellos puede facilitar la infección del virus", explica una de las autoras, Deborah Shoemark.
Los niveles de colesterol elevados preexistentes se han asociado a un mayor riesgo de padecer COVID-19 grave. Los informes de que la proteína de la espiga del SARS-CoV-2 se une al colesterol llevaron al equipo a investigar si podría unirse al sitio de unión de los ácidos grasos. Sus simulaciones indican que podría unirse, pero que podría tener un efecto desestabilizador en la conformación cerrada de la espiga y favorecer la conformación abierta, más infecciosa.
"Sabemos que el uso de estatinas que disminuyen el colesterol reduce el riesgo de desarrollar COVID grave y acorta el tiempo de recuperación en los casos menos graves. Tanto si el colesterol desestabiliza la conformación "benigna" y cerrada como si no, nuestros resultados sugieren que, al interactuar directamente con la espiga, el virus podría secuestrar el colesterol para alcanzar las concentraciones locales necesarias para facilitar la entrada en la célula y esto también podría explicar la pérdida observada de colesterol circulante tras la infección", agrega Shoemark.
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