La crisis económica y financiera por la que
atraviesa España está afectando ya a la salud mental de los ciudadanos
y, especialmente, de las mujeres con un puesto de trabajo fijo. Ellas
son las que tienen una percepción "más negativa" de su salud, presentan
más síntomas y buscan ayuda profesional con una mayor frecuencia, según
asegura el responsable de formación continuada en psiquiatría y salud
mental del Hospital Universitario Puerta del Hierro, Antonio Espino
Granado.
La coyuntura actual ha provocado que uno de cuatro trabajadores
sufra de estrés laboral y que las pérdidas de trabajadores por cuenta
ajena y empresarios se pueda cuantificar en el año 2011, según un
informe del Instituto Nacional de Estadística, en torno a un 9 por
ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
Este médico psiquiatra jefe del CSM de Majadahonda y miembro del
Comité de Seguimiento y Evaluación de la Estrategia en Salud Mental del
SNS, explica que actualmente está emergiendo una nueva "psicopatología"
centrada en las distintas formas de estrés en el trabajo y que, además,
se ha sumado a los problemas desadaptativos vinculados a la pérdida del
trabajo y al paro de larga duración.
No obstante, estas patologías no se vinculan con una determinada
clase social, ni con los niveles de renta, sino que pueden afectar a
cualquier persona a lo largo de su vida laboral. Un hecho que obliga a
repensar el significado actual del trabajo de las personas en relación a
su salud y calidad de vida. Sin embargo, sí existe una distinción entre
sexos ya que las mujeres con trabajo, al contrario que los hombres,
tienen más riesgo de padecer una mala salud mental que la que está en el
paro.
"El número de casos que llegan a la consulta como consecuencia de
malestares derivados de problemas de estrés en el trabajo es superior a
la de todos los pacientes atendidos por presentar síntomas psicóticos y
muy similar a la suma de los casos derivados por consumo o abuso de
alcohol y por anorexia nerviosa", comenta Espino Granado.
En cuanto a las consecuencias sobre la salud de los conflictos
laborales, los expertos las diferencian en dos ejes. Uno que se
relaciona con el sobreesfuerzo laboral continuado y en el que las
condiciones psíquicas del sujeto juegan un papel en el fracaso de su
equilibrio psíquico, y otro en donde es prioritaria la violencia
ejercida sobre la persona en su trabajo y en el que las propias
condiciones, por sí mismas, pueden acabar rompiendo la seguridad y el
equilibrio psíquico de las personas expuestas.
Asimismo, en los casos extremos los afectados pueden llegar al
suicidio. "Distintos estudios han establecido un aumento del índice de
conductas suicidas en periodos de recesión económica, por su impacto
sobre el desempleo y empleo precario y, habitualmente, sobre la
reducción generalizada del nivel de protección social", recalca el
doctor.
Por otra parte, el riesgo de padecer un problema psíquico es cinco
veces mayor en desempleados sin derecho al desempleo que en los
activos, mientras que en aquellos con derecho a desempleo la relación
con los activos se queda en dos veces mayor.
Además, en el caso de los parados de larga evolución, se observa
un rápido deterioro de la salud percibida, tanto física como mental,
especialmente entre los 3 y los 6 meses, en base a la pérdida brusca de
aportes psicosociales como, por ejemplo, la disponibilidad económica, la
seguridad física, las habilidades laborales, la imposibilidad de
predecir y planificar el futuro y pérdida de estatus social.
No obstante, suele haber una cierta estabilización a partir de
entonces con un pico entre los 7 y 12 meses. Asimismo, pasado un año se
entra en una fase de mayor adaptación y acomodación a la situación con
leves mejorías entre los 12 y los 24 meses. En cuanto al problema del
empleo precario, puede llegar a ser más lesivo en términos de pérdida de
bienestar --psíquico-- que el propio desempleo, como demuestran
distintos estudios.
Para solucionar estos problemas, los expertos recomiendan explicar
al paciente los límites de la actuación sanitaria y psicoterapéutica
sobre un conflicto real de la vida del paciente, ayudarle a hacer una
valoración e interpretación realista de su situación y a valorar las
posibilidades de actuación frente al conflicto laboral y también sus
alternativas.
También es recomendable ayudar al enfermo a tomar conciencia del
carácter no equidistante del conflicto ya que va a ser mayor siempre el
desgaste sufrido por el individuo-trabajador que el de la
empresa-organización, y a utilizar técnicas específicas que hayan
demostrado su capacidad para ayudarle a afrontar problemas de su vida
cotidiana y de su actividad laboral conflictiva, tales como el
entrenamiento en habilidades de afrontamiento, el entrenamiento en
establecimiento y consecución de acuerdos o la psicoterapia grupal de
tiempo predeterminado y objetivos definidos.
Asimismo, se recomienda ayudar a paciente a controlar mejor los
efectos psico-físicos del estrés, mediante entrenamiento en relajación,
a establecer formas de compensación frente al estrés laboral dentro de
su entorno habitual mediante la realización de actividades físicas
relajantes y otras facilitadoras de apoyo emocional por parte de su
entorno.
Por último, los expertos abogan por ayudar al enfermo en la
consolidación de respuestas victimistas y no favorecer actitudes
tendentes a la pasividad y a convertir en una forma de beneficio
secundario el apoyo del sistema sanitario, ni tampoco a favorecer
medidas ni actitudes de revancha frente al dolor que se le ha producido.
Todas estas y otras conclusiones serán presentadas y debatidas en
el 25 Congreso de Salud Mental AEN, que la Asociación Española de
Neuropsiquiatría celebrará del 6 al 9 de junio en Adeje, al sur de
Tenerife.
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