A pesar de que una serie de conocidas
mutaciones genéticas pueden dar lugar a defectos hereditarios en los
sentidos de la vista y el oído, se sabe poco acerca del sentido del
tacto, en el que los defectos pueden ser tan sutiles que puede pasar
desapercibidos. Ahora, un nuevo estudio publicado en 'PLoS Biology'
-llevado a cabo en el laboratorio de Gary Lewin, en el Centro Max
Delbrück de Medicina Molecular, en Berlín- ha demostrado que las
diferencias en la sensibilidad táctil se derivan de factores genéticos,
que también pueden ser hereditarios. Algunos de estos factores también
influyen en la audición, lo que significa que una única mutación puede
afectar a ambos sentidos.
Hay buenas razones para sospechar que el oído y el tacto
podrían tener una base genética común. Las células del oído detectan las
vibraciones y las transforman en impulsos eléctricos; asimismo, los
nervios que se encuentran justo debajo de la superficie de la piel,
detectan el movimiento y los cambios en la presión, y posteriormente
generan impulsos. La similitud sugiere que los dos sistemas pueden tener
un origen evolutivo común, que puede depender de un conjunto
superpuesto de moléculas que transforman el movimiento en señales que
pueden ser transmitidas a lo largo de los nervios al cerebro.
En el nuevo estudio, Henning Frenzel, del laboratorio de
Lewin, y sus colaboradores de Berlín (Charité), Hannover, y Valencia
(Hospital Universitario La Fe), llevaron a cabo un estudio para tratar
de descubrir la base hereditaria del sentido del tacto. El proyecto
comparó los sentidos del tacto y del oído de gemelos idénticos -que
tienen un conjunto idéntico de genes, incluyendo las mutaciones que
pueden causar defectos- con los de mellizos, otros familiares, y un
conjunto más amplio de sujetos. Los expertos descubrieron una importante
tendencia hereditaria en el sentido del tacto, fuertemente
correlacionada con la capacidad auditiva. Así pues, a mejor sensibilidad
al tacto, mejor capacidad auditiva; mientras que la mala audición se
relaciona con una sensibilidad pobre del tacto.
Durante las pruebas, los sujetos fueron expuestos a un
estímulo de alta frecuencia vibratoria; y, en otro experimento, tuvieron
que presionar sus dedos sobre rejillas finas, con bordes espaciados a
intervalos que iban desde menos de un milímetro, a casi un centímetro.
"Hemos encontrado una fuerte correlación entre el tacto y la
agudeza auditiva", afirma Lewin, "y que, además, uno de cada cinco
adultos jóvenes con sordera congénita tienen una pobre sensibilidad al
tacto". Los sujetos ciegos utilizados como controles, por otro lado, a
menudo mostraban una mejor percepción táctil -la base genética de la
visión depende de unas proteínas llamadas fotorreceptores, que detectan
la luz, en lugar del movimiento.
Un grupo de personas con síndrome de Usher -una enfermedad
hereditaria que conduce tanto a la sordera, como a la ceguera- mostró un
sentido del tacto significativamente afectado. Esto sugiere que el gen
USH2A, que se encuentra mutado en el síndrome, contribuye a las
sensaciones del tacto y la audición.
Los informes de la literatura científica describen cerca de 60
mutaciones, en genes conocidos, que se han relacionado con problemas de
audición, y cerca de 60 alteraciones en el ADN con un efecto similar,
que aún no ha sido claramente vinculado a un gen.
"Nuestra próxima tarea será la de investigar otros casos, para
averiguar si también están correlacionados con los problemas del tacto",
concluye Lewin.
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