Una investigación espacial ha desarrollado un
nuevo método para medir la presión dentro del cráneo utilizando
sencillas ondas de sonido provenientes de unos auriculares, según ha
informado la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
El dispositivo es un efectivo sistema de aviso temprano para
pacientes en fase de recuperación que hayan sufrido algún daño en la
cabeza o algún tipo de cirugía cerebral.
Y es que, al igual que con la presión de la sangre, el cuerpo
controla la presión del fluido que rodea al cerebro para amortiguarlo
con respecto al cráneo. Así, cuando los astronautas están en órbita, es
su sistema de control de presión corporal el que regula la acumulación
de fluidos. Por ello, las agencias espaciales están muy interesadas en
comprender cómo funciona y cómo se adapta a la ausencia de gravedad.
En 1994, el investigador de la Universidad de Auvergne en
Clermont-Ferrand (Francia), Paul Avan, estudió la posibilidad de medir
los cambios en la presión mirando en una zona conectada que no fuera la
zona intracraneal: la presión del oído interno. Para ello, creó un
dispositivo que emite sonidos hacia el interior del oído y registra el
eco con el fin de calcular el cambio en la presión que se da entre
lecturas.
Paul estaba trabajando en este sistema para medir la presión
intracraneal cuando la agencia espacial francesa (CNES), le pidió que la
utilizara en un vuelo parabólico que permaneció durante 22 segundos en
ingravidez. Así, y tras este comienzo, fue mejorado durante un estudio
de reposo de la ESA organizado el año pasado junto con el Centro
Aeroespacial Alemán DLR.
El resultado ha sido un ordenador del tamaño de un disco duro
portátil que produce y analiza el sonido y que puede utilizarse incluso
en entornos ruidosos como la sala de urgencias de un hospital.
No obstante, el dispositivo seguirá probándose a lo largo del año
2013 en la base internacional de investigación Concordia, en la
Antártida. En un experimento patrocinado por la ESA, los miembros del
equipo medirán los cambios de presión en sus cráneos mientras vivan en
esta base aislada, situada a 3.200 metros de altitud.
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