martes, 11 de diciembre de 2012

Sentirse solo aumenta el riesgo de demencia en la tercera edad

Sentirse solo, a diferencia estar o vivir solo, está vinculado a un mayor riesgo de desarrollar demencia en la vejez, según concluye una investigación publicada en 'Journal of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry'.

   Hay varios factores que se sabe que están relacionados con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, como edad, condiciones médicas subyacentes, genes, deterioro cognitivo y depresión, según los autores, quienes destacan que los impactos potenciales de la soledad y el aislamiento social, definido como vivir solo, no tener pareja o tener pocos amigos e interacción social, no se habían estudiado de forma importante.
   Según estos expertos, esto es potencialmente importante, dado el envejecimiento de la población y el creciente número de hogares unipersonales. Por ello, realizaron un seguimiento de la salud y el bienestar a largo plazo de más de 2.000 personas sin signos de demencia y que vivían forma independiente durante tres años.
   Todos los participantes formaban parte del Estudio de la Tercera Edad en Ámsterdam (AMSTEL), que está analizando los factores de riesgo que inducen a la depresión, la demencia y tasas más altas de mortalidad que las esperadas entre las personas mayores.
   Al final de este período, la salud mental y el bienestar de todos los participantes se evaluó mediante una serie de pruebas validadas. También se les preguntó acerca de su salud física, su capacidad para llevar a cabo las tareas rutinarias diarias y específicamente se les preguntó si se sentían solos, además se probar si tenían formalmente signos de demencia.
   Al comienzo del período de seguimiento, alrededor de la mitad de los participantes (46 por ciento, es decir, 1.002 de ellos) vivían solos, siendo alrededor de tres de cada cuatro quienes dijeron que no tenían apoyo social y uno de cada cinco (poco menos del 20 por ciento, es decir, 433) los que se sentían solos. Entre los que vivían solos, uno de cada diez (9,3 por ciento) había desarrollado demencia al cabo de tres años, en comparación con uno de cada 20 (5,6 por ciento) de los que vivían con más gente.
   Entre los que nunca se habían casado o ya no estaba casado, proporciones similares desarrollaron demencia y se mantuvieron libres de la enfermedad. Pero entre los que se sentían que no tenían apoyo social, uno de cada 20 había desarrollado demencia en comparación con uno de cada diez (11,4 por ciento) de los que sí tienen que cayeron en la enfermedad.
   De los que dijeron que se sentían solos, más del doble habían desarrollado demencia al cabo de tres años, en comparación con aquellos que no creen estar solos (13,4 por ciento frente a 5,7 por ciento). Un análisis posterior mostró que los que vivían solos o que ya no estaban casados tenían entre un 70 y un 80 por ciento más de probabilidades de desarrollar demencia que los que vivían con otros o que se casaron.
   Y aquellos que dijeron que se sentían solos tenían más de 2,5 veces más de probabilidades de desarrollar la enfermedad, algo que se aplica por igual a ambos sexos. Cuando se tuvieron en cuenta otros factores influyentes, los que dijeron que se sentían solos seguían teniendo un 64 por ciento más de probabilidades de desarrollar la enfermedad, mientras que otros aspectos de aislamiento social no tuvieron ningún impacto.
   "Estos resultados sugieren que los sentimientos de soledad contribuyen de manera independiente en el riesgo de demencia en la vejez", escriben los autores. A su juicio, lo "interesante" es el hecho de que "sentirse solo" en lugar de "estar solo" se asoció con la aparición de demencia, lo que sugiere que no es la situación objetiva, sino, más bien, la percepción de ausencia de lazos sociales que aumentan el riesgo de declive cognitivo.
   Así, los investigadores alertan de que la soledad puede afectar a la cognición y la memoria como resultado de la pérdida de uso regular y que la soledad que podría ser en sí misma un signo de demencia emergente y/o bien ser una reacción de comportamiento para el deterioro cognitivo o un marcador de cambios celulares en el cerebro no detectados.

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